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Crítica:LUIS MIGUEL | POP
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El rey de la canción romántica

Qué bonito es el amor. Y más cantado con las múltiples posibilidades que ofrecen el bolero, el tango más canalla, los aires de México lindo y querido y hasta el ritmo de discoteca. Porque con todo se atreve Luis Miguel, rey indiscutible de la canción romántica y heredero natural de Frank Sinatra y Julio Iglesias. Hombre, se le puede poner alguna pega. ¿46 euros por un concierto de música ligera? Pero qué importa el dinero, cuando el amor es puro y Luis Miguel lo regala a espuertas con ese vozarrón irrefrenable.

Tres días ha llenado de amor cantado el coso de Vistalegre. En el primero de ellos, y a juzgar por la vista aérea, daba la impresión de que había más gente en la plaza de la que en realidad cabía, porque hasta los pasillos de escalera estaban llenos de fanáticos del mexicano. Salió éste al escenario con traje impecable, peinado de volumen y esa sonrisa de un blanco que deslumbra. Afrontó con su sola presencia torera el manto de aplausos con el que se le recibió, agradeciéndolo con la interpretación a bocajarro de Amor, amor, amor; Tú me acostumbraste, Perfidia y Toda una vida. Así, de entrada. Las bajas por amor se contaban por miles. Un minuto para un escueto 'Buenas noches, Madrid', seguido de una ovación de un minuto con los espectadores de pie y de nuevo a trabajarse el amor con una colección de viejos éxitos.

Luis Miguel

Luis Miguel (voz), Francisco Loyo (dirección musical y teclados), Francisco Abonce (trompeta), Tommy Aros (percusión), Alejandro Carballo (trombone), Lalo Carrillo (bajo), Víctor Loyo (batería), Jeff Nathanson (saxo), Arturo Pérez (teclados) y Todd Robinson (guitarra). Plaza de toros de Vistalegre. De 30,90 a 46,50 euros. Madrid. 11, 12 y 13 de octubre.

Sin perderse de vista ni un solo instante en los dos enormes monitores de televisión situados a ambos lados del escenario y que le servían su propia imagen a tiempo real, Luis Miguel dirigió con sus brazos los arreones de la orquesta y los embates de aplausos y gritos del público. El cantante les pide que le acompañen cantando, la audiencia obedece. Desaparece durante un instrumental y reaparece ataviado con camisa negra. Los gritos arrecian, y llega la siguiente dosis de amor por galones: Qué sabes tú, Historia de un amor, Somos novios... Otro meddley de éxitos propios y se despide a la hora y media de haber comenzado con un repaso a clásicos de México. Pero vuelve de inmediato -con una camisa blanca entreabierta- para hacer dos bises de más amor a ritmo dance, el primero, y de oldies, el segundo. Cuando termina, y bajo una lluvia de papelitos de colores, el público se queda aplaudiendo.

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