Los cuervos de Odín
Desde los trabajos de Dumézil en las décadas de los cuarenta y cincuenta, si no desde antes, ha operado un esfuerzo de descripción y de lectura de la mitología germánica alejado de los estereotipos populares y carentes de fundamento histórico o antropológico. La antropología estructuralista de aquél, así como las corrientes más fundadas de la historia de las mentalidades (Régis Boyer, Claude Lecouteux...) han ido abriendo vías de estudio que, lamentablemente, no siempre han sido traducidas a nuestra lengua con prontitud. Últimamente, la reedición de traducciones de textos clásicos como las Eddas o las nuevas versiones de algunas sagas islandesas están provocando un nuevo renacimiento en el interés por las culturas del Norte. Sensible a dicho interés, y escrito por uno de los autores que más ha contribuido a tales estudios en nuestro país, es este ensayo, primero de cierta amplitud escrito en nuestra lengua con un propósito divulgativo.
LOS MITOS GERMÁNICOS
Enrique Bernárdez Alianza. Madrid, 2002 328 páginas. 15 euros
Desterrados esos arquetipos, en ocasiones iconizados por la cinematografía norteamericana de cartón piedra, se trata ahora de buscar explicación de una o varias religiones que, como dice Bernárdez, 'sin cuerpo doctrinal' -más allá de textos puramente literarios o semiépicos-, en lugar de ser creencia dogmatizada es 'actividad' humana. Debe entenderse esto desde fundamentos teóricos tales como la ausencia de una idea de Creación, o de explicación del origen en sentido omnisciente; pues las tradiciones germánicas apelan más que a la creación desde la nada -que también podría entenderse como un punto de partida- a la idea de Construcción. Por otra parte, un dios como Odín precisa de dos asistentes, los cuervos Hugin (el Pensamiento) y Munin (la Memoria) que, si bien pueden ser interpretados en clave alegórica, humanizan en alto grado la idea de divinidad.
Bernárdez revisa cuidadosamente la religión de Ases y Vanes -o dioses espirituales y concupiscentes, como él los llama-, así como los ritos (enterramientos, sacrificios, ofrendas, magia, etcétera) y las figuras populares que explican o justifican el débil equilibrio entre Orden y Caos (etones, tuergos y elfos); se trata, en conclusión, de una excelente síntesis de un tema complejo y muy amplio, al que la arqueología y la filología han contribuido, aunque no mucho, con sus tesis. Quizá, entre las observaciones que pueden hacerse al libro, estén aquellas que tienen que ver con un tono excesivamente didáctico o apelativo en ocasiones, teniendo en cuenta el sello y colección en que se publica, o una continua interpelación directa del lector que, a mi modo de ver, en nada beneficia a la gran cantidad y calidad de documentación manejada y comentada, e incluso a los múltiples textos traducidos para la obra. Su autor adopta un punto de vista quizá en exceso narrativo en algunas partes, y se aleja de estilos como el de los historiadores franceses de las mentalidades, para quienes la inmersión del lector en la materia de estudio -a partir sobre todo del estilo del texto- tiene prioridad sobre la misma exhaustividad en el contenido, a veces incluso perjudicando o abandonando en exceso éste.
Pero más allá de las lecturas del crítico, debe decirse que Los mitos germánicos es un libro altamente recomendable, tanto para los profanos en el tema como para aquellos que deseen disponer de una buena y actualizada guía de estudio de un tiempo y cultura que, a menudo, es obviada en demasía por el canon grecolatino y cristiano occidental.
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