Machismo a la mexicana

'Nadie se muere de felicidad', le comenta el comandante Martínez (Jesús Ochoa) al forense Vivanco (Rafael Inclán) tras contemplar el rostro plácido, gozoso incluso, de una hermosa difunta asesinada. Y sin embargo, hasta tres mujeres morirán de la misma manera en el transcurso de esta suave, inteligente comedia negra mexicana, el debú en la realización de Antonio Urrutia, director de cortos de éxito en su país y prolífico realizador de spots publicitarios. En averiguar por qué sonríen, que será como descubrir qué o quién las mató, ocupará Martínez, no obstante, sólo parte de su tiempo, porque como todo enamorado, también andará pendiente de las ideas y vueltas de su amada... sólo para toparse con la infidelidad de la fémina, lo que traducido a sus brutos términos significa que le han puesto unos cuernos monumentales.

Bromas a costa del machismo mexicano, chistes macabros que corren por cuenta de la pareja de forenses más desastrada y desopilante de los últimos años; apuntes de nada sutil humor antirreligioso (Santiago Segura, aquí también coproductor, encarna a un eclesiástico español, el padre Gorkisolo, tan amoral como salido), y algunas soluciones narrativas en las que Urrutia demuestra su aplomo configuran un debú prometedor.

Su voluntad de revisar muchos de los tópicos del género (ahí es nada un poli que fuma porros, un cura que se va de putas, un forense que pasa de todo) pueden más que ciertas arritmias, atribuibles tal vez a la bisoñez del guionista, el escritor Javier Valdés, que adapta aquí su propia novela.