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Una muestra antológica descubre en Bilbao el simbolismo de Julio Romero de Torres

La exposición del Museo de Bellas Artes intenta alejar al pintor de los tópicos costumbristas

La pintura de Julio Romero de Torres (Córdoba, 1874-1930) ha estado unida a las mujeres morenas andaluzas, las coplas y los billetes de cien pesetas de los años 50. Su figura y obra se asocia al más rancio costumbrismo. El Museo de Bellas Artes de Bilbao inauguró ayer una exposición antológica que ha querido retirar los tópicos para descubrir en Romero de Torres a un simbolista que investigaba en las raíces populares. 'Le bastó la mujer cordobesa, los patios, edificios y la luz enlunada de su ciudad', afirma la comisaria de la muestra Lily Litvak, profesora de la Universidad de Texas.

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Litvak ha seleccionado medio centenar de pinturas de Romero de Torres, desde la célebre La chiquita piconera a pinturas pertenecientes a colecciones privadas americanas desconocidas en España, para la muestra que estará expuesta en la sala BBK del Museo de Bellas Artes hasta el 26 de enero.

Romero de Torres consiguió ser un pintor popular y ganarse el respeto de intelectuales como Valle-Inclán y Manuel Machado, aunque fue denostado por la crítica durante décadas. La comisaria de la exposición considera a Romero de Torres víctima de una simplificación que atribuye al pintor simpatía con el régimen franquista, a pesar de haber muerto antes incluso de la instauración de la República, por el hecho de no seguir en el arte las corrientes de vanguardia. Su éxito terminó por trivializar su obra, reproducida en sellos, cateles, calendarios y billetes de curso legal.

Litvak asegura que el pintor cordobés 'adoptó lo mejor y lo más trascendente del simbolismo, y desarrolló su propio idioma'. De ese movimiento tomó 'el sentido del individualismo, la ensoñación', añade la comisaria. Su originalidad se basó en traspasar los límites iconográficos del simbolismo para centrarse en las imágenes de las mujeres y los paisajes de Córdoba.

Investigación de lo popular

Litvak rechaza la etiqueta de regionalista para la pintura de Romero de Torres. 'Hay que entender su obra como investigación en las raíces populares', indica. Su estudio los temas tratados por el pintor propone otra lectura de los los retratos, los toros, las gitanas o los desnudos. Frente al folclorismo que han visto sus detractores, la comisaria ve la intención de 'captar la epopeya de su pueblo', buscando los mitos en los elementos vivos de su tierra.

Romero de Torres, con una paleta de colores cercana a la empleada por Zuloga y Solana, forjó su estilo bajo la influencia de Valle-Inclán. Su formación en viajes por Europa, Tunez y Tánger fue determinante. En Italia recibió la influencia de Boticelli, Leonardo da Vinci y Tiziano, tanto en la técnica de utilizar la pintura al temple con veladuras de óleo, como en su sistema narrativo, en el que el fondo sirve de telón y alusión al destino de la figura retratada en primer plano. A esas fuentes se sumaron los prerrafaelistas británicos y la escuela española.

El Museo de Bellas Artes ha querido unir la exposición antológica a la vinculación del pintor cordobés con la capital vizcaína y con los intelectuales y artistas vascos de la época. Fue en la sala Majestic Hall, de Bilbao, donde Romero de Torres presentó en 1919 su primera muestra individual. El catálogo editado con motivo de la retrospectiva incluye el estudio Euskalherria y Julio Romero de Torres, de Mercedes Valverde, directora de los museos municipales de Córdoba, que revisa la correspondencia del pintor con Unamuno, Ricardo Baroja y, Valentín de Zubiaurre, entre otros.

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