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Un francotirador racista mata a un adolescente magrebí en Francia

Una muchacha de origen norteafricano, quemada viva cerca de París

Un adolescente de 17 años resultó muerto a tiros durante una cacería contra magrebíes llevada a cabo el viernes por la noche en varios cafés de la periferia de la ciudad francesa de Dunquerque, a orillas del mar del Norte, en la que resultaron heridas otras tres personas. Esa misma noche, y sin conexión aparente con el anterior ataque, una chica magrebí al borde de su 18º cumpleaños murió quemada viva en un suburbio de París.

Veinticuatro horas después de la noche de violencia, ninguno de los autores de esos crímenes había sido detenido, pero el primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, expresaba su horror por lo ocurrido: 'Ésta no es la Francia que nos gusta y por la que nos batimos'.

La Grande Synthe es un barrio de Dunquerque habitado por unas 25.000 personas, aproximadamente la mitad de origen mabregí. Éste fue el escenario escogido por un individuo de unos 40 años que aterrorizó a la comunidad de inmigrantes, aparentemente él solo. A bordo de un todoterreno recorrió dos de los cafés más frecuentados por la comunidad magrebí, ataviado con una guerrera de tipo militar y gafas de sol (aunque era plena noche), mostacho y barba, la cabeza cubierta con una gorra y armado con un fusil de caza.

Su primer tiro se estrelló contra las ventanas de un café. Asustados, varios de los que estaban en el interior salieron gritando '¿Qué haces? ¿Son petardos?'. Él gritó: '¡Os voy a matar a todos!'. Apretó el gatillo y alcanzó a dos de los clientes y al dueño del bar. Los tres resultaron heridos, uno de ellos con catorce perdigones de plomo en el cuerpo.

Esa agresión se produjo hacia las 20.30. Una hora más tarde, el mismo individuo, en el mismo coche, se aproximó a otro café cuando una docena de jóvenes acababa de salir del local, que estaba cerrando sus puertas. Disparó contra el grupo e hirió en la espalda y en el pecho a un chico de 17 años, Mohamed Maghara. El herido trató de huir, en medio del pánico general, pero se derrumbó cuando había recorrido una quincena de metros y expiró durante su traslado al hospital. La policía acudió con grandes refuerzos y el subprefecto (subdelegado del Gobierno) prometió encontrar al asesino, elogiando la calma con que está comportándose la comunidad agredida.

A 300 kilómetros de este lugar, en Vitry-sur-Seine (un suburbio al sur de París), una muchacha magrebí, a punto de cumplir los 18 años, fue encontrada agonizante por los bomberos en medio de las llamas que consumían un cuarto de basuras en Vitry-sur-Seine, un pueblo sensible al este de París. Restos de recipientes rotos de alcohol testimoniaban el espantoso procedimiento usado por el o los asesinos. La chica, que tenía quemado un 80% de su cuerpo, murió en la unidad de grandes quemados.

La víctima era de origen magrebí, pero se sospecha que en este caso pudo ser víctima de una terrible venganza, más que de una agresión propiamente racista. La sospecha se debe a que la policía ocupó el barrio y detuvo a un joven que, al parecer, facilitó la fuga de un posible testigo, todo ello seguido de enfrentamientos y carreras entre agentes y jóvenes habitantes del barrio, como suele ocurrir cada vez que las fuerzas de seguridad penetran en un gueto de la región parisiense, cualquiera que sea el motivo.

Racismo evidente en el primer caso; comportamientos salvajes -como mínimo- en el segundo. Y todo ello en medio de grandes iniciativas gubernamentales para combatir la inseguridad. El primer ministro, Raffarin, afirmó ayer en un acto público celebrado en Poitiers: 'Tenemos que escuchar a la gente y expulsar ese racismo y esa intolerancia que conducen a gestos extremos. Nosotros nos batimos por una Francia que sepa reunir a todos sus hijos para defender sus valores superiores'.

Sarkozy, contra el integrismo

Nicolas Sarkozy, ministro francés de Interior, es un político de 47 años, hijo de un inmigrante de origen húngaro, que pasa tanto tiempo en la calle como en el despacho. Amplía los poderes policiales, consigue que le concedan 13.500 agentes más; promueve una ley que castiga desde el proxenetismo a la mendicidad; acompaña a patrullas en redadas callejeras y, además, trata de organizar el islam de Francia.

Ayer eligió la Gran Mezquita de París para hablar de este proyecto. Ante 100 personas, 20 de ellas imames, Sarkozy pidió un minuto de silencio por el joven asesinado en Dunkerque y abordó cómo crear una entidad representativa de una religión con entre cuatro y cinco millones de seguidores, para integrarla en la República e impedir que sea dirigida por 'potencias extranjeras'. 'Un culto no debe ser el pretexto del terrorismo', dijo e invitó a combatir 'el fundamentalismo, que conduce al terrorismo', con la misma energía que 'el racismo'.

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