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Columna
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800 almas

Santiago Rayo, concejal de IU en Alájar, dice que el socialista José Valdayo debe la alcaldía por mayoría absoluta al chantaje: el alcalde fue párroco y ahora es dueño del voto y los secretos de confesión de todo su pueblo católico, Alájar, 800 almas en la sierra de Aracena, en Huelva. Lo contaba el otro día Luis E. Siles en este periódico. Yo diría que suena a novela italiana, de curas y alcaldes, cinematográfica, si no fuera una anécdota hondamente española, católica. Aquí los curas siempre han pesado mucho, jefes religiosos de la comunidad (siguen desfilando en las procesiones con los jefes militares y políticos) que, en algún caso, supieron transmutarse en gobernantes del posfranquismo democrático, aquí y en los cinturones industriales de Barcelona y Madrid, esa extensión de Andalucía.

Hubo una época legendaria en la que el sacramento de la penitencia constituía una rama del espionaje en las cortes de Europa. La confesión, tal como la conocemos hoy, se impuso en Trento, en tiempos de guerra casi mundial, es decir, europea, católicos contra protestantes, y supongo que el bando papista utilizaría los confesionarios para aclarar la separación entre amigos y enemigos, el bien y el mal (en épocas guerreras todos somos sospechosos). La confesión auricular, al oído del sacerdote acorazado en su ataúd vertical para vivos, transformó a los confesores en agentes secretos. ¿Qué oía, en palacio, el confesor de un rey de los siglos XVI o XVII? Oreja de los pecados del rey querían ser los jesuitas, los dominicos, los mendicantes y, por supuesto, todas las cortes, aliadas o adversarias: un mundo tan fabuloso como el de las tribus interestelares de la Guerra de las Galaxias.

La casualidad es que la historia del concejal izquierdista y el cura alcalde ha sucedido en Alájar, donde está la Peña de Arias Montano. Fue Montano un personaje, políglota, traductor de la Biblia, sacerdote católico sospechoso de ser judío. Participó en Trento y, confesor de Felipe II, sirvió como agente del rey en Italia, Flandes y Portugal antes de caer en desgracia y morir en Sevilla en 1598. A la Peña de Alájar se retiraba Arias Montano para meditar y desentrañar los enigmas bíblicos y universales, como uno de aquellos 10.000 matemáticos, ingenieros, egiptólogos, ajedrecistas y compositores de puzzles que en un castillo próximo a Londres descodificaban las claves de Enigma, la máquina utilizada por el alto mando alemán para transmitir mensajes cifrados a sus tropas en la II Guerra Mundial. (Aunque también pudo ser la Peña un buen lugar para encuentros especiales: un escenario de John Le Carré).

A la sombra de la Peña donde meditó el confesor Arias Montano ha sucedido el caso Rayo & Valdayo. Yo veo un punto de inverosimilitud en las acusaciones del concejal. El antiguo párroco José Valdayo, secularizado por su iglesia desde 1977 y alcalde desde 1991, ¿cuánto hace que no confiesa? ¿25 años? 25 años tendrían los últimos pecados que oyó en su confesionario. ¿Tanto pesan las culpas de las 800 almas inmortales de Alájar para que pecados de hace 25 años sigan siendo motivo de chantaje entre pecadores maduros, jubilados, prejubilados o simplemente muertos?

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