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Columna
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Dios, patria y Rey

Por Dios, por la patria y el Rey: en ésas estamos. Dejando aparte al Rey (porque así está prescrito), los valores de laicismo y pluriterritorialidad en que se ha basado el consenso de nuestra democracia están dejando paso últimamente a los ecos, escondidos en sordina, de unas insignias preconstitucionales, es decir, franquistas. Por mucho escudo constitucional que lleve estampado esa gigantesca tela rojigualda, el acto de izado de bandera que el Ministerio de Defensa y el Ayuntamiento de Madrid organizaron el miércoles en la plaza de Colón y la decisión unilateral de repetir la ceremonia una vez al mes tiene todo el estilo de una fascistada: la patria. Así lo expresó Federico Trillo: esa bandera es la representación del patriotismo y la nobleza. Ninguna alusión a las otras 17 banderas del Estado español. Lo había pedido Aznar: 'Honrar la bandera de todos los españoles en la capital del reino por medio de un mástil que pudiera enarbolarla a la máxima altura posible'. Caballo grande, ande o no ande: la bandera mide 294 metros cuadrados; el mástil, 50 metros de altura y 19 toneladas de peso. Podría parecer una catetada de nuevos ricos, pero, en realidad, es una exhibición de plumero de vieja guardia en plena reconquista de posiciones. Había muy pocas personas en el evento, pero su retransmisión televisada resultaba casi aterradora. Aquello era inédito para todos los que nuestra vida adulta se ha desarrollado en democracia: una parada militarista en pleno centro de Madrid, un miércoles cualquiera, con salvas al Rey y a España en ese tono castrense (es decir, a grito pelao) que dominan los patrioteros: ¡¡¡viva el Rey!!!, ¡¡¡viva España!!! Los pelos de punta, pues por los pelos no se equivoca Trillo y chilla 'arriba'. Daba esa sensación.

El homenaje a la bandera de megalomaniaco tamaño coincide con los planes de Televisión Española de incluir en su programación la retransmisión en directo de las dos horas y media de canonización de Jose María Escrivá de Balaguer, fundador de esa prestigiosa secta de naturaleza avara, integrista y enfermiza que es el Opus Dei: Dios. No son episodios aislados ni, por supuesto, inocentes. El Gobierno está encontrando caldo de cultivo nacional e internacional para mostrar e imponer su verdadero espíritu reaccionario y su rancia moral. Ahora es cuando los incautos sin ideología (principios, ideas básicas), que con su voto dieron la mayoría absoluta al PP porque se tragaron el eslogan de 'gestores económicos de centro', recordarán que el PP viene directamente de AP, que viene directamente del franquismo: ni gestores económicos, pues aunque intenten reiteradamente engañarnos es un hecho que cada vez tenemos menos dinero y menos trabajo, ni centro político de ninguna clase, pues es la derecha pura de soldadesca y condecoración. El PP ha sabido jugar al juego de la democracia porque, de no acatar los pactos de la transición, la herencia de Franco no hubiera tenido ningún futuro. Después supieron jugar al neoliberalismo. Una vez colocadas sus piezas en el poder, la derecha dura: por Dios, por la patria y el Rey.

Y, entre decretazo, bodorrio, banderolazo, bastón de edil y estampa vaticana, la Universidad pública española se queda sin becas; los colegios fundamentalistas católicos reciben más ayudas; los alumnos son discriminados; la clase científica se exilia contra la vergüenza nacional que supone la prohibición de investigar con células madre de las que, entre otros beneficios, evitarían el holocausto de la experimentación animal; las mujeres son asesinadas, con la caída de ojos de la Iglesia y del Gobierno; el presidente impone la alineación con el pistolero norteamericano y su papá, con los vascos no se habla (y los abertzales acabarán por ser héroes, como Sadam); no se vende cerveza más allá de las 22.00. El PP está campando por unos respetos que se vio obligado a respetar durante unos años, pero que ahora quiere gobernar como un feudo. Están crecidos, porque cuentan con el apoyo de lo peor de la comunidad política occidental, Bush, Blair, Berlusconi: menuda panda. ¿Esto era lo que quería la mayoría absoluta de este país? Pues toma bandera, toma Ejército, toma patria, toma Dios y toma guerra. Ojalá que el izado mensual de la plaza de Colón se convierta en la típica horterada para turistas, en una chorrada estilo cambio de guardia del palacio de Buckingham. Ojalá sólo fuera eso.

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