_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Víctimas

Rosa Montero

Qué irónica es la vida: esa madre energúmena y frustrada que fue grabada hace pocos días en Indiana (EE UU) pegándole una fenomenal paliza a su hija de cuatro años se apellida Toogood, que literalmente significa 'demasiado buena'. Esta señora desquiciada ahora anda llorando por las televisiones diciendo que jamás había maltratado antes a sus hijos, lo cual no es nada creíble; pero lo más patético de este caso tristísimo es lo que la niña, Martha, le dijo a su madre después del vapuleo, después de haber sido arrastrada por los pelos, abofeteada y metida en el coche a puñetazos y feroces golpes en la cabeza. Lo que la pequeña comentó fue que se le había deshecho la coleta. Supongo que lo diría gimoteando, pero no se quejaba, no se extrañaba del maltrato, no protestaba ni se ponía a berrear histéricamente. Al contrario, lo único que decía la pobrecita era que se le había deshecho la coleta, intentando convertir a su madre verdugo en la madre cuidadora, a esa bestia rabiosa en un ser soportable. Y, por lo visto, funcionó. Toogood le rehizo el peinado y se calmó.

Martha es una víctima absoluta. Las verdaderas víctimas son aquellas criaturas que no pueden ni siquiera imaginar una vida en la que no exista semejante maltrato. Seres que han perdido la voz para quejarse o que nunca la han llegado a construir. Se han acomodado al martirio y a la brutal injusticia y lo único que intentan es no morir, cosa que no siempre consiguen. Espanta imaginar cuántas silenciosas Marthas debe de haber por el mundo.

Los niños son las víctimas más evidentes y completas, pero también los adultos pueden llegar a un extremo parecido de indefensión. Estoy pensando ahora en esa foto espeluznante del pueblo de Leitza, de Ayuntamiento abertzale, en donde apenas cuarenta personas protestaban el otro día por el asesinato del guardia civil. Qué solos se les veía. Qué imagen angustiosa. Y, sin embargo, la mitad de los votantes de Leitza son de UPN (o sea, PP) y PSN (PSOE). En total, unas quinientas personas, tan aterradas, supongo, que incluso han perdido la voz para protestar. Antes de proponer estrafalarios planes políticos, me parece que Ibarretxe debería pensar en el clamoroso silencio de las víctimas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_