Macarras políticos

Macarra, según la Real Academia, significa 'persona agresiva y achulada', y aunque suena fuerte y no es nada sutil esa definición, es la que mejor identifica al presidente de Estados Unidos en su empecinamiento por atacar Irak, sin tener en cuenta las decisiones de la ONU. Bush lo tiene muy bien planificado: primero se deshace del exceso de armamento almacenado y luego, con la cínica excusa de liberar a Irak del yugo de Sadam Hussein, se quedaría con el botín de guerra, que representan los pozos de petróleo y que está dispuesto a repartir con los que le apoyen.

Este señor es uno de los mayores macarras políticos, que se ampara en algo también muy agresivo y achulado: su fanático sentimiento patriótico. Ello, unido a los atentados del 11-S, le dan la excusa perfecta para hacer con su prepotencia lo que le venga en gana, sabiendo que entre sus aliados nadie se lo recriminará.

Estos macarras tienen distintos niveles, en función de su grado de poder. Aunque he nombrado a uno de los de mayor nivel, por no decir el mayor, por nuestros pueblos y ciudades pululaban antes y lo hacen ahora pequeños macarras políticos, hace años con camisa azul y en la actualidad sin uniforme definido, pero que antes como ahora amparan su chulería y agresividad en la creencia de su supremacía patriótica.