Cuando preguntar era peligroso
Le dijo José Saramago a Juan Arias tras una noche de conversación en Lisboa: 'Juan, esas cosas tienes que escribirlas. No puedes guardártelas sólo para ti'. Aquí está el libro, la parte trasera de lo que Arias escribió siguiendo al Papa por todo el mundo, y los entresijos del Vaticano, ese lugar misterioso y provocador, titulado Las galletas profanadas de mi madre y otras historias de mi vida. También hermosas (o muy tristes) historias de vida crecidas en una miserable posguerra incivil que castigaba a maestros si sus alumnos hacían demasiadas preguntas.
Si la memoria libera al hombre de la brutalidad, este libro de Juan Arias, que de tan sencillo termina en profundo, aporta material de primera mano para curarnos algunas desmemorias. De paso, añade datos para conocer mejor historias (y comportamientos) de una Iglesia católica de la que Arias fue miembro sacramentado antes de irse a la acera de los periodistas para contar con conocimiento de causa lo que pasaba en esa imponente (a veces repelente) institución. Ya dijo Renan que nadie apunta mejor al santuario que quien vivió dentro.
LAS GALLETAS PROFANADAS DE MI MADRE Y OTRAS HISTORIAS DE MI VIDA
Juan Arias Maeva. Madrid, 2002 268 páginas. 17 euros
A primera vista, si tenemos en cuenta que nació realmente por aquella incitación de Saramago, las historias que leemos en Las galletas profanadas de mi madre son pinceladas autobiográficas de Arias, hasta que de pronto el lector se topa con una serie de apuntes carpetovetónicos, no por el estilo (que es sencillo y directo como el del código civil: nada que ver, claro, con El Gallego y su cuadrilla, de Camilo José Cela), sino porque la Galicia de la infancia de Juan Arias, nacido andaluz, es negra y tierna, pavorosa y esperanzada, auténtica e increíble: el padre, maestro rural, hambriento y digno, sospechoso porque sus alumnos hacían demasiadas preguntas cuando ascendían de grado; la madre, religiosa y práctica, rebelde a las extravagantes torturas teológicas de la época; aquella España en que un niño pregunta por qué los Reyes Magos traen juguetes mejores a los hijos de los ricos que a los de los pobres, y el padre le responde con un bofetón. 'Los niños no preguntan. Escuchan y callan'.
Otras historias tienen que ver con el Juan Arias maduro y triunfante, cristiano de los de Jesús (es decir, libre y rebelde), que hace ahora la crónica de lo que no pudo o no quiso contar en sus crónicas desde el Vaticano: entresijos del Opus Dei, cosas de este Papa teatral y sufriente, e historias del nacionalcatolicismo reinante, cuando Iglesia y Dictadura eran en España la misma y miserable cosa.
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