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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lo peor para Pujol

A Jordi Pujol acaba de ocurrirle una de las peores cosas que le podían suceder. Uno de sus colaboradores inmediatos ha venido a dar la razón a quienes sostenían que la alianza de Convergència i Unió (CiU) con el PP perjudica la concepción nacionalista de Cataluña. Éste es el mensaje que el ex secretario general de Convergència Democràtica, Pere Esteve, lanza con su abandono del partido. Ataca así el principio que unifica el mensaje poliédrico de Pujol: la tesis de que su nacionalismo consiste en colocar siempre por delante los intereses de Cataluña.

Esteve sostiene que Pujol ha vulnerado este principio primando su permanencia en el poder con una mayoría de centro-derecha en vez de decantarse por un Gobierno de mayoría nacionalista con Esquerra, la otra opción política y matemáticamente posible. CiU lleva tres años haciendo oídos sordos a esta crítica, lanzada desde la oposición y desde un sector nada desdeñable de sus filas. Esta vez la puya viene de alguien que goza de una notable credibilidad en los medios nacionalistas. Su salida rompe el cuidadoso equilibrio pujolista, capaz de atraer desde el soberanismo templado hasta el regionalismo burgués. El desafío llega además en un momento en que CiU parecía haber logrado pacificar sus huestes en torno al sucesor de Pujol, Artur Mas, y cuando apenas dispone de tiempo -queda un año de legislatura- para modificar su estrategia. La dirección de CiU, que se aprestaba a escenificar un lento distanciamiento del PP para hacer olvidar a sus electores nacionalistas una alianza que ya tiene seis años de duración, se queda sin margen de maniobra.

Exagera la oposición cuando cree ver en el abandono de Esteve una descomposición irreversible de CiU, pero es cierto que la federación nacionalista se debilita si deja de ser una amalgama de centrismo y nacionalismo moderado. Y sobre todo, plantea dudas sobre si tras la jubilación de Pujol seguirá siendo posible un nacionalismo de tan amplio espectro. Las expectativas electorales nada halagüeñas para CiU anuncian querellas ideológicas futuras. Todo ello beneficia al líder de la oposición, al socialista Pasqual Maragall. Los tropiezos de todo político favorecen a su adversario. Pero en este caso, además, avalan el mensaje de que Pujol y su formación han agotado su recorrido y Cataluña necesita un cambio. No sólo de líder, sino de mayoría. La espantada de Esteve da más pábulo a esa idea.

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