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Con el sucesor a cuestas

Convendría estudiar cómo se ha generado el proceso mediante el cual se ha llegado a impregnar el ambiente público de esa falacia de la sucesión de Aznar, como si tuviera atribuciones para dejar a otro el sitio que ocupa como presidente del Gobierno. En una primera aproximación se impone precisar que el compromiso público, solemne y reiterado del actual titular de la presidencia consiste en rehusar la presentación de su candidatura para un nuevo mandato cuando, agotada la legislatura, se celebren elecciones en 2004. Luego, ha ido añadiendo que tampoco continuaría a partir de esa fecha al frente del PP ni ocuparía escaño en el Parlamento de aquí ni en el de Estrasburgo. Pero lo que está en juego sobre todo es quién será designado cabeza de cartel para las listas del PP en los comicios. Confirmemos para los alumnos del plan antiguo que bajo el sistema del que nos hemos dotado, con la Constitución de 1978 es imposible que Aznar pueda nombrar a nadie sucesor a título de presidente de Gobierno.

La cuestión a dilucidar es por tanto sólo si el saliente, ya con fecha de caducidad predeterminada, conservará en su mano fuerza para imponer al propio partido el candidato que haya de disputar con los colores del PP la carrera electoral frente al líder socialista, José Luis Rodríguez Zapatero. En enero pasado, durante aquel XIV Congreso Nacional de la transfiguración en el monte Tabor del Parque Ferial Juan Carlos I, fueron entronizados los tres tenores -Mariano Rajoy, Rodrigo Rato y Jaime Mayor- dentro del delfinario pero, desde entonces, se han sucedido circunstancias que alteran las posiciones de salida y además otros nombres, como el de Ángel Acebes o el de Alberto Ruiz-Gallardón, regresado por sorpresa al seno de Abraham, han podido añadirse a la lista inicial. Sin embargo, todos estos cálculos son de probada inutilidad, volvemos a ser gatitos ciegos incapaces de adivinar lo que han preparado mentes superiores. Aznar ha dicho que ya tiene designado al candidato aunque el interesado aún no lo sepa. Ha dicho también que se dispone a emprender una campaña electoral durante la que recorrerá España pueblo a pueblo, aunque hubiera sido más exacto anunciar que lo haría telediario a telediario, eso sí, con el candidato in pectore a cuestas.

Por el momento, en el PP predomina un cierto fatalismo que disuade a quienes en otras condiciones se habrían sentido capaces de adoptar posiciones autónomas. Pero Rato, Francisco Álvarez-Cascos, Federico Trillo y Juan José Lucas, que en su día visitaron a Fraga en Perbes para avalar la candidatura de Aznar, reclaman al menos el derecho a poner bola negra, y se asegura que lo han ejercido para descartar a Jaime Mayor. Como camisas viejas se niegan a que el invento que sostuvieron durante tan larga travesía del desierto sea ahora tergiversado por alguno de los demócratacristianos ucedeos. Cuestiones de otra índole podrían eliminar también de la carrera a Rajoy y a Rato, mientras que Ruiz-Gallardón es considerado excéntrico al Partido y sólo sería un último recurso como estrella invitada en caso de anunciarse movimientos sísmicos en los sondeos de opinión.

En suma, que el tapado, en quien Aznar tiene puestas todas sus complacencias, resulta ser Ángel Acebes, iniciado como alcalde de Ávila, bregado en Génova como coordinador general, llamado al Consejo de Ministros para la cartera de Administraciones Públicas y movido después a Justicia y ahora a Interior. Lástima que Aznar, convertido en un meteorito sin trayectoria conocida, fuera del control del PP, empiece a ser una rémora para su pretendido sucesor en un momento en que además cambia la dirección de los vientos dominantes, como lo prueba que los aciertos del Gobierno se evaporen de modo instantáneo y los errores tiendan a impregnar el ambiente sin que haya forma de disiparlos. Sorpresa gozosa para los socialistas de Zapatero que hasta hace poco se empeñaban en reclamar su derecho a perder las elecciones de 2004 y calculaban su llegada al Gobierno para 2008. Ahora pudiera sobrevenirles la victoria dentro de año y medio cuando ni ellos están preparados para ganar ni los del PP para pasar a la oposición, por lo que se impone un entrenamiento acelerado.

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