Aviones en el cielo y cometas ante el mar

'Esto sí que es un Plácido Domingo!', parafraseaba bromista ayer un treintañero ante la risa casi feliz de sus acompañantes. Y es que el de ayer fue, efectivamente, un día de esplendoroso sol. El bromista y sus amigos, con cinco niños a cuestas, buscaron, sin suerte, una mesa libre en alguna de las abarrotadas terrazas del Port Olímpic de Barcelona. De todo el plantel de actividades que ayer ofrecía la Mercè, este grupo optó por el encuentro internacional de cometas en la playa de Bogatell. Allí, donde también se exhibieron numerosos globos aerostáticos, más de 150 participantes demostraron sus habilidades en maniobrar las cometas, frágiles artefactos ante el viento y la gravedad.

En la zona de playas, al filo del mediodía miles de ojos oteaban el cielo parapetados tras gorras, gafas opacas y viseras de cartón. Con expresiones de asombro y aplausos, 350.000 personas, según el Ayuntamiento, siguieron con entusiasmo las piruetas de un ejército de aviones de todas la épocas y países. '¡Pero esto es muy peligroso!', exclama una mujer de mediana edad mientras contempla embobada a su hijo, que imita el ensordecedor ruido de un Harrier, un avión de despegue vertical. Los eagles y los warbirds de la Segunda Guerra Mundial competían en espectacularidad con los siete aviones de la Patrulla Águila de acrobacias del Ejército Español o la Frecce Tricolori de Italia, formada por 10 aviones del ejército italiano.

Mientras, esparcidos por toda la ciudad, 4.800 barceloneses disfrutan de un particular estrés: son los participantes de la 14 edición de Gincana. Núria, Sara, María del Mar y Carme, uno de los 1.200 equipos inscritos en estas particulares pruebas, corretean, algo perdidas, por un pasillo de la estación de metro de paseo de Gràcia. Para superar el próximo control, explican, tienen que encontrar un reloj que haga tic tac, un escalímetro y a una persona de 100 kilos de peso. Mientras Sara decide qué salida deben tomar, arriba, en el paseo de Gràcia, rebautizado paseo de las Personas durante estos días de fiesta, dos turistas japoneses observan boquiabiertos el minúsculo tamaño de una bicicleta plegable que se exhibe en una de las numerosas tiendas dedicadas a este medio de transporte. 'Pesa 12 kilos y vale 628 euros, ¿qué más se puede pedir para moverse por la ciudad?', explica el dependiente, quien se explaya en una larga reflexión sobre las bondades de la bicicleta: 'No hace ruido, no contamina, haces deporte, no gastas dinero, y 30 biciletas caben en aparcamientos que ocupan dos coches'. Y es que aunque ayer se celebraba el Día sin Coches, la convocatoria tuvo un nulo seguimiento.