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Entrevista:JUAN CARLOS PÉREZ | Profesor de Sistemas Informáticos y Computación

"Mi robot es una solución sin problema"

Miquel Alberola

'Mis amigos me llaman pedazo de chatarra', proclama el robot móvil que ha construido Juan Carlos Pérez cuando te toma confianza. Lo ha construido con equipos (hardware) de desecho y programas que no son privativos de una multinacional (software libre). La cabeza es una disquetera; la estructura está formada por perfiles de aluminio atornillados; el sistema de cómputo es una placa de PC con un disco convencional; los motores son sistemas de elevalunas de automóvil, y su alma es un sistema operativo Linux que se maneja a través de infrarrojos o mediante la voz. Es como una pancarta que reivindica el software libre y combina todos los frentes que ha desarrollado Juan Carlos Pérez: síntesis de voz, movimiento y visión artificial.

Pregunta. ¿Cuál es su nombre en realidad?

Respuesta. La verdad es que no tiene. Me da un poco de vergüenza ponerle nombre a un cacharro así.

P. Pero sí tiene mensaje.

R. Eso sí. Además del aspecto del software libre, tiene un hardware barato, de desguace. Podría entenderse el mensaje de que lo hemos hecho para evidenciar que aprovechamos poco los materiales, pero la idea no era ésa. En gran medida se quedan obsoletos, aunque uno de los culpables es el software propietario, que te va forzando de alguna forma a cambiarlo no porque lo necesitas sino porque dejas de ser compatible con el resto. No es el caso del software libre, donde el sistema de generación de documentos permanece invariable desde el año 1984.

P. ¿Cuál es la filosofia del software libre?

R. La idea es que el software tiene como único coste final el coste de desarrollo. No hay coste de fabricación; entonces es un producto que jamás había existido. La idea es que si el diseño se hace de forma desinteresada, se puede distribuir de forma desinteresada. El software libre es aquel que, por licencia, te obliga a mantenerlo libre, aunque lo difundas, modifiques o mejores, y proporciones el código fuente. Por tanto, en el software libre no hay piratería.

P. Desde el punto de vista de las multinacionales es la subversión, ¿no?

R. Sí, para las multinacionales como Microsoft que sólo quieren vender unidades de sus programas, pero no para las empresas como IBM, que es la principal promotora de software libre, porque su modelo de negocio es vender soluciones, hardware, servicio... Estas empresas no, con software libre, no pueden pillar al usuario, porque están obligadas a darte el código fuente, y si no responde te vas a otra.

P. ¿Cómo concibió este robot?

R. Fue un desarrollo evolutivo. De una placa de PC y un par de motores. Y empecé a añadirle cosas: la cámara panorámica, que ve todo el entorno, y la de arriba, que se mueve y encuadra lo que quiere ver. Pero no tiene ninguna complejidad: es coger e instalar cosas resueltas a nivel científico. Ahora lo que le falta es darle una utilidad, una tarea real. Es una solución en busca de un problema.

P. ¿Hay una expectativa de que la gente tenga en casa androides que den conversación, incluso afecto?

R. Sí, ya hay precedentes. Y esto triunfará, como todo, en el campo del espectáculo. En Estados Unidos ya hay tres o cuatro robots de compañía para la tercera edad, que llevan incorporada una máquina de café y el teléfono.

P. El suyo dice refranes, y cuando se aburre suelta sentencias muy profundas. Incluso parece que mantiene la conversación.

R. Es un truco. Sólo conoce 40 frases clave. Está sacado y ejecutado de la web de una asignatura de prácticas de cuarto. Lo podría haber hecho cualquiera.

EN DOS TRAZOS

El primer encuentro de Juan Carlos Pérez (Silla, 1966) con la informática se produjo a los 16 años, cuando se compró un ordenador ZX-61, y de ahí surgió una relación muy fructífera. Poco después, recién licenciado en Informática, ganó los 10 millones del premio Logic Control por un programa de síntesis de voz que hacía hablar a un ordenador. Ahora su campo es la visión artificial, donde a pesar de su humildad ha realizado notables trabajos aplicados en varios países, como reconocimiento de huellas dactilares, caras y matrículas, así como proyectos de ayuda al diagnóstico del cáncer de próstata y de control de calidad en la industria textil.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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