Contra la estrategia del Holocausto

Los estadounidenses han oído hablar más del Holocausto que de Pearl Harbor o las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, afirma Norman G. Finkelstein en su libro La industria del Holocausto. A partir de la década de los sesenta, el término que alude al pogromo judío empieza a utilizarse profusamente en los medios de comunicación estadounidenses: 'Cuando quiero sentirme mejor', reflexionaba Wiesel en 1973, 'leo las noticias sobre Israel en The New York Times', cita el autor. Finkelstein se empeña en demostrar que surge entonces una industria explotada por las élites judías en Estados Unidos, que han formado una red de extorsión dedicada a sacar los máximos beneficios, políticos o monetarios, para unos pocos individuos. Profesor de la Universidad De Paul en Chicago, Finkelstein desmonta, apoyado en una extensísima bibliografía, la falsedad en la que se sustentan las actuaciones en torno a las víctimas de la Shoah (El Holocausto) en este interesantísimo libro. No faltan los nombres de personas u organizaciones dedicadas a la instrumentalización del horror. Entre los ejemplos más lacerantes están los de la utilización de los medios de comunicación en el asunto de las indemnizaciones de los bancos suizos a los sobrevivientes judíos, o la nefasta repartición de los fondos de indemnización para las víctimas.

El concepto de 'alianza estratégica' está sonando en los últimos estudios que se realizan en torno a las indemnizaciones de las víctimas judías. Recientes escándalos, como los de IBM, recogidos en un libro titulado IBM y el Holocausto, de Edwin Black, se han encargado de devolver a la actualidad un término que también define la relación entre Estados Unidos y las élites judías en ese país.

La polémica acompaña a este libro allí donde se traduce debido a acusaciones como que los judíos americanos hacían la vista gorda cuando los veteranos de las SS entraban en Estados Unidos, o que delataban a compatriotas que criticaban la estrategia norteamericana de aliarse con los alemanes como método para luchar contra el comunismo ruso -porque no convenía políticamente remover el tema del genocidio-. Finkelstein asegura, además, que muchos de los supuestos sobrevivientes de los campos de concentración aportaron declaraciones falsas para beneficiarse de las indemnizaciones. Discutibles o no, las tesis de Finkelstein se basan en estudios concienzudos y reputados.