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Reportaje:

Al autobús se le escapó el viajero

Un campeón de atletismo gana una carrera de tres kilómetros entre la Castellana y Atocha a un vehículo de la EMT

A las 11.30 empezó el desafío. Por un lado, uno de los hombres más rápidos de España, el campeón de Europa de 10.000 metros lisos, Chema Martínez; de otro, uno de los autobús más veloces de la Empresa Municipal de Transportes (EMT): el 27. Los dos debían recorrer la Castellana desde Eduardo Dato hasta Atocha. Reglas: cada uno debía respetar las normas de tráfico.

Era la recreación de la vieja historia del conejo y la tortuga, pero ¿quién era la tortuga? Un organizador del acto, que se llevó a cabo para promocionar la Copa del Mundo de atletismo que se celebra mañana y el sábado, dio la salida: 'Tres, dos, uno, ¡Fuera!'. El atleta dio el primer paso y el conductor pisó el acelerador.

Chema Martínez llegó tres minutos antes que el 27 a una velocidad de 17 kilómetros/hora
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Martínez, alto y delgado, vestido de negro, corría a toda velocidad. Miraba hacia atrás para comprobar si el autobús le seguía. Los viandantes no entendían nada: '¿Hacia dónde mira? ¡Si nadie va detrás!'. Al volante del 27 iba Jesús Díaz. Esta línea se caracteriza por ser una de las que mejores registros alcanza en la memoria de la EMT. ¿Sería eso bastante para batir a un campeón europeo?

'¡El hombre contra la máquina! ¡El hombre contra la máquina!', pregonaba con un altavoz un hombre con casco de motorista y gafas de sol.

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Sólo en la salida el atleta y el autobús estuvieron a la misma altura. '¡A muerte!'. '¡La sangre hierve en las venas de Chema Martínez!', voceaba el del casco.

El autobús se encontró con muchas dificultades por el camino: semáforos, el tráfico propio de la zona a las once y media de la mañana y nueve paradas con las bajadas y subidas de sus respectivos viajeros. El corredor lo tuvo más fácil. Paró en los semáforos como cualquier peatón y sorteó a los paseantes. Pero nada comparado con los problemas con que se topó el conductor. Con una media de 17 kilómetros por hora, Martínez siempre iba por delante.

Dentro del autobús, muchos pasajeros chocaban contra las cámaras de televisión que rodaban la escena: 'Pero, ¿qué pasa aquí hoy?'. 'Y esto, ¿cuándo se acaba?', preguntaban. Chema Martínez corrió hasta el paseo de Recoletos animado por los viandantes, que por fin se enteraron de la razón de la carrera del hombre de negro.

Mientras conducía, Jesús vio a varios compañeros de la EMT que, en una parada, le hacían aspavientos y le gritaban que corriera. '¡Corre, corre!', le animaban también algunos viajeros. 'Si es que no se puede correr más', contestaba el conductor, desanimado. Fuera, el hombre de negro corría perseguido por un periodista radiofónico que le ponía la grabadora en la boca cuando se paraba en un semáforo. Pero el atleta corría más.

A la altura de la plaza de Colón, antes de llegar a Recoletos, Jesús se vio motivado. El corredor se quedó atrás, estancado en un semáforo que parecía no tener fin. Pero Chema Martínez, con una marca de 11 minutos y dos segundos, recorrió primero los tres kilómetros de la competición. El autobús llegó tres minutos más tarde.

Cuando el conductor y Martínez brindaban con champaña apareció corriendo una espontánea que se había sumado a la prueba. Se trataba de María del Carmen García Prieto, una segoviana de 52 años. Llegó tres minutos más tarde que el autobús, seis más que Martínez, sudando tras sus gafas de sol, pero muy bien peinada. 'Si llego a saber que vienen tantos medios de comunicación, habría traído tremenda pinta', afirmó la mujer.

Cuando el autobús 27 llegó a la meta, el hombre del altavoz dejó la cantinela del hombre y la máquina: '¡Los pasajeros han perdido! ¡El hombre ha ganado!'. Una viajera, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor, se vio en tierra y miró al conductor dándole un buche a la botella de champaña. Mientras oía la voz estentórea del hombre del casco, rodeada de gente, preguntó sin obtener respuesta: 'Y ahora, ¿qué hago yo? ¡Si ésta no es mi parada!'.

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