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VISTO / OÍDO
Columna
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Crucifijo y capucha

Pobre David Delfín, que creía en su mensaje de liberación de la mujer y ha sido repudiado por todos en la pasarela donde presentaba la supuesta imagen de unas torturadas por las religiones y el machismo. 'La prensa se marchó', leo y me escandalizo: la prensa no se va cuando está pasando algo, no se retira nunca, ni cuando ante ella se cometen desmanes o se aporrea a un hombre tendido. Pero la prensa no es reacia a publicar las fotos de las modelos en sus primeras páginas, en alguna, 'torso nudo'. Y luego llegamos los columnistas, que encontramos buen tema.

Nuestra primera lección: buscar un tema fácil que pueda coincidir con los demás; como coinciden las fotos de primera y los editoriales sobre Nueva York. La segunda es otra alineación: con lo correcto, definido por quienes deben. Si las mujeres proclamaron el escándalo en el mismo desfile, seguir su ruta es siempre aconsejable. Surgen temas de 'machismo' y 'feminismo' siempre aprovechables. La tercera lección del buen columnista es la indefensión del atacado. Hay otras razones que pueden sembrar la confusión: ¿será judío el modista, que se llama (o elige el nombre) David Delfín, tan sefardita? Y así ataca a la religión católica -el crucifijo sobre el sexo- y la musulmana -el velo, la capucha-; ¿será homosexual?, y así se suma al desprecio a la mujer tan frecuente en los modistas. La más insistente: el escándalo es suyo, lo ha provocado para beneficiarse. Es una invectiva que se utiliza mucho. Es un terrorista estético, que ha ganado su partida: difundido, denunciado en una sociedad que no se escandaliza de nada. Las feministas militantes, que también se han alzado contra este ser, son contrarias, o lo eran, a los desfiles de moda y a las modelos, por su destrozo psicológico y físico de la mujer común.

Había otros modelos más engañosos para esa mujer que es la nuestra, la que vemos pasar por la calle: para mí lo más bello de la boda de Aznar, el gran éxito, fue el de Inés Sastre, Dios me libre de ella y de las que son así. Pero había una molestia psicológica: la entrada de la tragedia en lo frívolo, de lo significativo en lo superficial. Es un problema de mal gusto. Es un desorden estructural, si me permiten añadir esta frase a la línea del pensamiento político.

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