Sin razón
No hay razón empresarial que justifique una agresión sobre la población, por muy importantes que sean los beneficios económicos y técnicos que se logren, si se puede demostrar que esa actitud perjudica la salud de las personas.
No hay lógica que justifique el incremento del tráfico aéreo sobre amplias zonas de la capital de España, cuando existen normas que prohíben sobrevolar a baja altura aeronaves que hagan peligrar la salud y la vida de las personas.
El ruido que desde hace meses padece una amplia zona de Madrid, ha sido insoportable a determinadas horas manteniendo insomnes a un gran número de personas, sobre todo mayores.
Y es incuestionable que los restos del queroseno quemado van enriqueciendo poco a poco y de cara al invierno la nube tóxica que amplía la boina de contaminación capitalina.
Mientras tanto, el miedo a que un avión pueda caer sobre los tejados de la capital crece, tanto más, cuantas más aeronaves sobrevuelen la ciudad.
La serpiente de nuestro verano ha sido el insoportable ruido, preferentemente de madrugada y al alba, que ha terminado con el sueño y la paz de una gran zona de Madrid, en las que hay enclavados centros sanitarios como el Hospital del Aire, geriátricos, o de atención a deficientes mentales de la Comunidad, así como educativos (públicos y privados) o de acogida de menores, centros de rehabilitación y un sinfín de lugares que, hasta ahora, sólo soportaban el ruido lógico del tráfico rodado a baja velocidad.
En el caso que nos ocupa, y preocupa a una amplia población de ciudadanos, repercute de lleno sobre un área geográfica que va desde el distrito de Chamartín hasta San Blas, llamado Eje de Arturo Soria. Zonas de Madrid superpobladas y que engloban a un millón largo de personas, que cuando adquirieron sus viviendas (algunas de alto precio) o instituciones como las nombradas, no pensaban que, además del ruido que produce Barajas y sus aviones (en las cercanías), caería sobre sus cabezas la suciedad medioambiental que generan los motores de las aeronaves, cuando no restos de combustible que hay que dejar caer si existieran razones de un aterrizaje poco ortodoxo.
Si es verdad que la salud y la vida de los ciudadanos es la máxima preocupación de nuestros mandatarios, no tiene explicación que éstos permitan que se hagan maniobras de aterrizaje y despegue pasando por encima de un espacio aéreo prohibido.
Los aviones tienen que dar la vuelta a las ciudades y no pasar, como en este caso, por encima de las casas de los madrileños a baja altura, como así lo indican las normas establecidas por Aena, ni tan siquiera cuando la excepcionalidad de una compañía concreta lo demande.
Los responsables del Aeropuerto y del Control de Tráfico Aéreo de Barajas están utilizando cada vez más la pista sur del aeropuerto para despegues. A esta práctica se le llama utilizar la configuración Sur.
Para entenderlo mejor, el aeropuerto de Barajas se diseñó preferentemente para que los aterrizajes se hicieran por la pista Sur en el sentido de Mejorada del Campo a Fin de Semana (carretera de Barcelona), y los despegues al revés en dirección Alcobendas.
Si el aeropuerto funciona en la configuración habitual (Norte), la zona de viviendas al principio señalada no percibe prácticamente ruidos aéreos, pero cuando se usa la Sur aumenta el sonido, máxime si el viento ayuda.
Cuando en 2004 se ponga en función la segunda pista Sur, los habitantes del Eje Chamartín-San Blas y sus aledaños tendrán que sacar sus protestas a la calle para buscar la mejor forma de proteger el medio ambiente de su entorno, o abandonar sus viviendas adquiridas cuando en la zona reinaba el sosiego y la paz.
En sus manos está difundir una injusticia que termina con la salud de las personas.
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