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Reportaje:

Cuando denunciar es un 'suicidio'

Las mujeres urgen a que se garantice la seguridad de las maltratadas mientras los partidos negocian qué hacer

Patricia Ortega Dolz

La falta de acuerdo político en un tema como los malos tratos ha terminado con la paciencia de las organizaciones de mujeres, principales artífices e impulsoras de la Ley Integral Contra la Violencia de Género, presentada esta semana por el PSOE en el Congreso como proposición de ley y apoyada por todos los grupos políticos excepto por el PP. Así que, mientras se ponen o no de acuerdo los políticos, ellas siguen viendo y viviendo desde sus agrupaciones la realidad de la violencia y reclaman soluciones eficaces: 'La medida que no puede esperar, ni un minuto más, es la protección física y legal de la mujer que presenta denuncia tras sufrir malos tratos', dice Consuelo Abril, presidenta de la Comisión Nacional de Investigación de Malos Tratos a Mujeres.

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'No te engañes, denúncialo', reza el eslogan ganador de un reciente concurso de spots publicitarios contra la violencia de género. Ha habido muchas campañas similares en los últimos años y todas ellas instaban a la mujer a denunciar en caso de sufrir malos tratos por parte de su cónyuge. Actualmente se recogen una media de 24.000 denuncias al año. Y después, ¿qué?

'Después la mujer entra en una espiral enloquecida. Tarda como mínimo 20 o 30 días en enterarse de a qué juzgado ha correspondido su denuncia. Durante ese tiempo convive con su agresor, que por supuesto sabe, tras ser informado diligentemente por la policía, que su mujer ha puesto una denuncia contra él. Durante un tiempo, por tanto, ella tendrá que aguantar una presión mucho mayor de su agresor y esperar a que, a los dos o tres meses, se celebre el juicio: ¡un juicio de faltas, no un juicio penal plenario como el que se celebra cuando alguien comete un delito, y amenazar de muerte lo es! Como mucho le caerán dos fines de semana de arresto o de privación de libertad que no cumplirá si no es reincidente. En fin... Por eso los jueces no deben extrañarse y considerar una atenuante para el agresor el hecho de que las mujeres retiren sus denuncias porque muchas, si no mueren en el intento, no aguantan tanta presión o se mueren de miedo y las retiran cuando se ven desamparadas', explica minuciosamente Abril, que es abogada de profesión. 'Incitar a la mujer a denunciar sin garantizarle su seguridad y su protección integral es como pedirle que se suicide', concluye.

Después o durante ese calvario, la mujer maltratada podría poner otra denuncia, pero aterrizaría en un juzgado distinto y el proceso empezaría de nuevo y terminaría con una sentencia igual o distinta, incluso incompatible con otra anterior: 'Se han dado casos en los que se ha decretado el alejamiento de la víctima y después se ha establecido un régimen de visitas a los hijos, por ejemplo', explica Enriqueta Chicano, de la Federación de Mujeres Progresistas. 'Este tipo de contradicciones, que no son más que la consecuencia de la descoordinación, son las que ponen de manifiesto la necesidad de esa Ley Integral contra la Violencia de Género que venimos demandando desde 1999 y la creación de Juzgados de Igualdad. Se trata de que se integren y se coordinen todos los ámbitos implicados en una situación de malos tratos: jurídico, social, asistencial, sanitario, educativo, preventivo, policial...', argumenta Chicano.

También podría darse el caso de que la mujer maltratada solicitase su ingreso en una casa de acogida, 'pero, primero, tendría que haber plaza o la llevarían a un hostal de mala muerte y al día siguiente se volvería para su casa; segundo, sólo pueden permanecer en régimen de acogida entre tres y seis meses; y tercero, son aparcamientos de mujeres en su mayoría, que no contemplan su rehabilitación y no dan respuesta al gravísimo problema al que se enfrentan: no tienen adonde ir, no tienen trabajo, no tienen preparación, la mayoría tienen hijos a su cargo...', explica Tina Alarcón, presidenta de la Federación y Asistencia a Mujeres Violadas y Maltratadas. 'Ésa es la razón por la que pedimos la creación de centros de recuperación que favorezcan su reinserción como ciudadanas', agrega.

Así están las cosas en estos momentos, o al menos así las describen las organizaciones que están más cerca del problema y que actualmente se han unido en una plataforma denominada Red de Organizaciones Feministas contra la Violencia de Género. 'Estamos hartas de parches', dicen, 'nos hemos hecho expertas en violencia después de 20 años siguiendo y viviendo el tema, y ya no nos creemos nada. Ni siquiera existe una base de datos o un observatorio que permita medir el problema y seguir su evolución. Sólo conocemos el número de víctimas anuales y ni siquiera en eso nos ponemos de acuerdo (en lo que va de año son 52, según las organizaciones de mujeres, y 37 según el Gobierno). Lo que hace falta es voluntad política. Las líneas de acción están claras, aunque nadie nos consulta', explica Ángeles Álvarez, de la Fundación Mujeres. 'Denunciar debe significar recibir aire fresco y no tirarse al abismo', insiste Consuelo Abril.

Además, señalan que, hasta el momento, no se ha trabajado nada en prevención. 'Se ha hecho sensibilización mediante innumerables, costosas y peligrosas campañas publicitarias, pero cero prevención', dice Álvarez. 'Y las campañas deben centrarse en quien ejerce la violencia no en quien la padece. No olvidemos que éste es un problema de los hombres que padecemos las mujeres. Así que, en vez de decir 'hay 2,5 millones de mujeres maltratadas en España', ¿por qué no se dice 'hay 2,5 millones de agresores?'. Sólo recuerdo una campaña en este sentido que se hizo en Gijón y que decía: 'Hay hombres estupendos, hasta que llegan a su casa', recuerda Álvarez, que insiste en que hay que cambiar esa filosofía victimizante.

En este sentido, todas ellas tienen claro que 'la desigualdad es el origen de la violencia' por eso reclaman una educación que transmita el valor de la igualdad. 'No basta con que los niños y las niñas vayan juntos al colegio. Hay que enseñarles a valorar otras cosas para que no reproduzcan los estereotipos asociados al género, como el del macho ibérico o la mujer sumisa y débil, que siguen imperando en nuestra sociedad', dice Álvarez.

Pero no basta con enseñarlo en las escuelas, 'hay que reeducar a los profesionales: un juez debe saber qué artículos del Código Penal puede aplicar en un caso de malos tratos para dar una respuesta certera'.

Actualmente existen leyes integrales en varios países europeos. En Copenhague (Dinamarca) existe también una experiencia piloto para controlar a los agresores, de forma que si se saltan la orden de alejamiento la policía ejerce mayor presión sobre ellos. Ángela Alemany, portavoz de la asociación de mujeres juristas Themis, concluye: 'Si Europa es un ejemplo para unas cosas debe serlo también para esta cuestión, que se salda con más de 50 muertes al año'.

El ciclo de la violencia

Éste es el proceso, contado por expertas, por el cual una relación amorosa pasa de ser un sueño a una tortura. Así se desarrolla una relación de malos tratos. Es lo que técnicamente se conoce como el Ciclo de la violencia:

1. Primero comienzan las tensiones convivenciales en la pareja. Y se producen las explosiones verbales o gestuales que conllevan el sometimiento de la mujer (en la inmensa mayoría de los casos). Normalmente, esta etapa va acompañada de insultos y de frases que socavan la autoestima de la víctima como: 'No vales para nada', 'yo soy quien trae el dinero'...

2. Si, pese a los insultos y las agresiones verbales no se ha logrado el objetivo, es decir, el sometimiento del otro, es cuando empiezan los malos tratos físicos. Éstos son mucho más notables para la víctima, que comienza a ser mucho más consciente de las agresiones que sufre. Por ese mismo motivo empiezan los planteamientos de separación, divorcio o abandono.

3. La última etapa del ciclo se conoce irónicamente como Luna de Miel. Es el estadio de la relación en que el agresor se siente culpable y pide perdón. Se suceden expresiones como: 'No va a volver a ocurrir', 'Te lo hago porque te quiero mucho', 'Es lo mejor para ti'. ¿Y que hacen las víctimas? Pues perdonan. Porque muchas veces no tienen cómo huir de la situación, no tienen adonde ir. Y entonces le conceden la impunidad a su agresor y aprenden a vivir con ello. El resultado es una persona rota en mil pedazos.

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Sobre la firma

Patricia Ortega Dolz
Es reportera de EL PAÍS desde 2001, especializada en Interior (Seguridad, Sucesos y Terrorismo). Ha desarrollado su carrera en este diario en distintas secciones: Local, Nacional, Domingo, o Revista, cultivando principalmente el género del Reportaje, ahora también audiovisual. Ha vivido en Nueva York y Shanghai y es autora de "Madrid en 20 vinos".

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