Pornografía total
La modernidad era iluminada, pero la posmodernidad aspira a ser transparente.
La demanda de transparencia es una de las exigencias más obsesivas de nuestro presente. En la economía, en la política, en la moral, en la alimentación, en el sexo, el suceso es contemporáneo si posee la condición de la transparencia. La carne de buey del Centre d'Information des Viandes (CIV) francés ofrece todas las garantías de ser totalmente carne de músculo y estar cortada con hacha, gracias a Le Contrat de Transparence. Pero en la otra carne humana y sexual, el enorme auge de la pornografía, dentro o fuera de Internet, tiene sin duda que ver con el interés por lo expuesto, lo panóptico, lo plenamente revelado. Desde Gran Hermano hasta la Casa de Cristal de Chile, desde las obras diáfanas de Foster para el municipio de Londres hasta el pabellón de la UEFA en Nyon de Patrick Berger, todo es transparente. La pornografía es un signo de nuestra época, en uno u otro sentido moral o ideológico, económico o carnal. Las adjudicaciones de telefonía móvil o las estafas de Enron, WorldCom, Xerox, etcétera, fueron posibles porque no eran transparentes.
En las habitaciones de hoteles de alto 'standing' se han descubierto cámaras destinadas a grabar escenas íntimas que luego se vendían a 'voyeurs' o se pasaban por Internet
En la actualidad domina el porno espectáculo en coherencia con las superproducciones de efectos especiales. Hay quien lo defiende como un género más, junto al western o el 'thriller'
El cine porno actual apareció en los años setenta, cuando la industria cinematográfica eligió la vía de películas más violentas y atrevidas para ganar la competencia a la televisión
Los festivales de cine erótico han ido proliferando a lo largo del mundo en los años noventa, desde Cannes a Las Vegas. En España, en 1995, apenas se realizaban cinco títulos de películas porno y en 2001 se acercaban a cien
Los ministerios, los presupuestos, los programas del Gobierno o de la oposición deben producirse hoy, según la reclamación general, de lo explícito, y la vigilancia militar, política, industrial, es cada vez mayor a escala internacional mediante la agencia NSA y el voraz sistema Echelon, pero no se diga ya de la exhaustiva observación de los ciudadanos tras los atentados del 11-S. El mundo se reclama a sí mismo como un cuerpo desnudo, y la democracia sería como el Estado a plena luz. ¿Cómo extrañarse del apogeo de la pornografía tradicional o no tradicional?
En Internet, gracias a la webcámara, cada uno puede filmarse bostezando en su sillón al modo de los internautas insomnes. La webcámara transmite la propia intimidad a los demás y la canjea por la intimidad webcamarizada de los otros. Dentro de la Red se intercambian las intimidades como uno de los factores de mayor atractivo de la comunicación interpersonal. Pero además de esta copulación de intimidades, todavía puede pensarse que cabe penetrar más. En las habitaciones y cuartos de baño de hoteles de alto standing, tanto en Madrid como en otras capitales de Europa, se han descubierto cámaras para grabar escenas íntimas que se venden a voyeurs o se pasan por Internet. Se calcula que hay más de 150.000 páginas así en la Red.La visión y el espionaje de la intimidad del otro se corresponden con el auge general del porno. El voyeurismo, exasperado por explorar cualquier resquicio, ha sido refrendado por la estela de atención que suscitaron los reality shows y sus diversas variantes (Gran Hermano, Supervivientes, Fantasía) relacionadas con el morbo de contemplar la vida secreta de los otros y como señal, a la vez, de contemporaneidad. Una contemporaneidad en la que se anuncia el fin de los 400 años de la noción de privacidad y el triunfo de la información en vivo y en directo.
Sin duda no por casualidad, el mismo profeta del cine sin artificios, el líder de la corriente llamada DOGMA, Lars von Tiers -ganador de la Palma de Oro de Cannes 2000 con Bailar en la oscuridad-, es uno de los impulsores actuales del cine porno. Fue el promotor de Puzzy Power, productora independiente de cine porno feminista, y posee, como testimonio ideológico, la inclusión de una penetración real en una secuencia de su película Los idiotas. Casi al mismo tiempo, en Francia, en 1999, un grupo de mujeres se incorporaban insólitamente a la realización de cine porno. Virginie Despentes retaba a la censura con Baise-moi (Fóllame), Catherine Breillart rodó Romance, cinta famosa, entre otras extremosidades, por los 24 centímetros de pene de su protagonista, Rocco Siffredi, y Brigitte Roüan dirigió Post coitum.
Bandera poderosa
¿Feminismo a través del porno? Un feminismo peculiar que no condena la aparición de la imagen chic y sexy de la mujer en los medios de comunicación de masas, sino que se complace en su exhibición desnuda como una bandera poderosa. Las feministas de toda la vida se mostraron siempre en contra del género pornográfico, pero en los años ochenta aparecieron empresas productoras de porno dirigidas por mujeres y con películas escritas y dirigidas por ellas. Sus películas tienen más argumento y más psicología que las realizadas por hombres y para hombres. El 99% del cine porno sigue en manos de los hombres, pero ahora aumenta la participación de las mujeres y también se mistifica la noción de porno. Realizadores como David Cronenberg y John Waters han coqueteado con la X, contratando a actrices porno como protagonistas de algunos de sus filmes, siempre con la idea de que, en un futuro no demasiado lejano, los límites que separan lo real de lo fingido en materia erótica y cinematográfica se diluirán. De hecho, ¿cómo clasificar películas como Lucía y el sexo (2001), de Julio Medem, o Intimidad (2001), de Patrice Chereau?Para los últimos festivales de cine erótico de Barcelona se han acreditado más de 1.000 periodistas de todo el mundo. Otros festivales de cine erótico han ido proliferando a lo largo del mundo en los años noventa, desde Cannes hasta Las Vegas. En España, en 1995 apenas se realizaban cinco títulos de películas porno al año, y en 2001 se acercaban a 100.
El cine pornográfico nació en los burdeles para excitar a la clientela masculina. Estos filmes se llamaban smokers o también, en Francia, cinéma cochon. El cine pornográfico actual apareció en los años setenta, cuando la industria cinematográfica eligió la vía de películas como Perros de paja o La naranja mecánica, más violentas y atrevidas, para ganar la competencia a la televisión. De este tiempo son también pornográficas como Garganta profunda, Tras la puerta verde, The devil in Miss Jones, que difundidas en circuitos especiales obtuvieron, no obstante, por su novedad, óptimas recaudaciones. Frank Lasecca (seudónimo de Paco Gisbert) cuenta en Fantasías de noche que en los setenta se llevó mucho el underground; en los ochenta aparecieron guiones más elaborados y en la actualidad domina el porno espectáculo en coherencia con las superproducciones de efectos especiales. De hecho, Lasecca defiende el porno como un género más, al estilo del thriller, el western o la comedia musical.
No hay que dar mayor importancia al asunto, a estas alturas en que todo se encuentra sexualizado. La publicación de libros eróticos aumentó en un 324% entre 1990 y 1996, mientras la cifra global de libros publicados creció en un 83% (Guía Temática de Books in Print 1997). En EE UU también, en 2000, mientras de un lado brotaron libros destinados a afirmar la monogamia, de otro aumentó la producción de novelas pornográficas. No hay incompatibilidad entre ambas tendencias. Incluso uno de los volúmenes del primer grupo lleva por título Monogamia caliente, en indicación de por dónde van las cosas.
Telediarios en cueros
De manera pintoresca, pero en clara conexión con la tendencia, en Europa del Este se han ensayado en estos años telediarios con locutoras y locutores que van quitándose la ropa a la vez que leen las noticias. Los hombres y mujeres del tiempo de TV Nova, en la República Checa, empiezan el programa de madrugada desnudos, y a continuación van poniéndose prendas adecuadas al tiempo que anuncian. En Rusia, los presentadores del informativo principal, La verdad desnuda, realizan entrevistas casi en cueros mientras que la chica del tiempo hace un strip-tease. La oleada de pornografía en televisión, cines, revistas, videogames, galerías de arte, teléfonos rosa, anuncios por palabras, vídeos, pasarelas, publicidad de moda, en el porno-chic (Dior, Ungaro, Yves Saint Laurent, Sisley) se corresponde con una espectacular demanda de pornografía dentro de la Red.
Según Nielsen NetRating, en enero de 2000, 17,5 millones de navegantes visitaron webs porno, un 40% más que en los cuatro meses anteriores, y según Román Gubern , el 68% del comercio electrónico actual es de contenido pornográfico. 'Precisamente la decadencia de las revistas porno, que han disminuido su tirada hasta más de la mitad, obedece a que la emoción fuerte se ha trasladado a los computers, tan calientes que podrían derretir el mecanismo', dice Gubern. Ciertamente, gracias a lo que los norteamericanos llaman la triple A: anonimity (anonimato), access (acceso fácil), affordability (barato), en los últimos cinco años ha cambiado rotundamente no sólo el modo de producir y distribuir la pornografía, sino también el tipo de público que la consume. Al Cooper, psicólogo de la Universidad de Stanford, especializado en cibersexo, habla incluso de una 'segunda revolución sexual' porque Internet ha ayudado a mucha gente a superar las viejas barreras puritanas y a convertirse, si lo desea, en un habitual consumidor de material erótico. En Internet, los usuarios han formado decenas de tertulias internacionales en las que se habla de sexo, se exponen supuestos de pedofilia y bestialismo, se intercambian textos e imágenes pornográficas
Según Berth Milton, dueño de Private, considerado el capitán del imperio porno, hoy existen unas 300.000 páginas en Internet en todo el mundo, y según la revista Forbes, la oferta erótica en Internet mueve 1.500 millones de dólares al año, más que la industria cinematográfica en taquilla. El perfil de los clientes del porno digital arroja pocas sorpresas: hombres jóvenes y de mediana edad, con un nivel de ingresos entre medio y alto. Porque, según la Sociedad de Psicología Americana, las dos actividades a las que dedican más tiempo los jóvenes traders y brokers en torno a Wall Street son el footing y la masturbación, lo que explicaría que la web pornográfica Danni's Hard Drive registrara un ingreso de 3,5 millones de dólares y hasta 5 millones de visitas diarias en 1998.
En cuanto a Europa, NetValue efectuó un estudio en noviembre de 2000 entre cinco países: España, Alemania, Reino Unido, Dinamarca y Francia, que señala a los españoles como los más mirones entre las cinco nacionalidades. Bagdad, en Barcelona, es uno de los mayores templos europeos del porno en vivo desde hace un cuarto de siglo y su página atrae más de 600.000 visitas semanales.
Una investigación de la Carnegie Mellon University, de Pittsburgh, publicado en 1995, afirmaba que 'la pornografía constituye la aplicación recreativa más extendida en las redes'. Debido además a la amplia difusión de la pornografía en otros medios tradicionales, las redes privilegian además variantes especializadas como la paidofilia, la hebefilia (con púberes) y parafilias diversas. La modalidad del sadomasoquismo junto a la pedofilia (se abren 100 páginas en Internet cada día) es la que más rápidamente ha crecido en los últimos seis años. Paralelamente, en los comercios se expenden vídeos en los que la violación no es simulada y han crecido las prácticas de la bukkake (palabra japonesa), en la cual una mujer se ofrece o es forzada a ofrecerse a decenas de hombres que eyaculan sobre su cuerpo, y el fisting, en el que se hunde el pie, la mano, alguna parte del brazo en el sexo de la mujer.
Sadomasoquismo
En el universo pornográfico, la variación sadomasoquista ocupa el lugar de la droga sexual dura. Sallie Tisdale, autora del best seller Talk Dirty to Me (Háblame obsceno), ha declarado que para algunos ex adictos conspicuos, el sadomasoquismo llena el vacío que les dejaron el alcohol o las drogas. Pero incluso se trata de algo mucho más común y notablemente lucrativo. La pornografía constituye ya una gran industria con sus propios puntos de venta y organizaciones de postal-market. Es ya un servicio que se ofrece en los mejores hoteles, 24 horas sobre 24, y en las televisiones de pago. La revista Forbes, que ha elaborado una lista de las 15 empresas más poderosas de la industria del porno en Estados Unidos, sitúa como líder del sector a On Command Corp, que cotiza en el Nasdaq y abastece a 975.000 habitaciones en 2.450 hoteles repartidos en 22 países. Unos 250 millones de personas consumen sus películas o sus juegos, y sus beneficios calculados para el pasado año superaron los 325 millones de dólares.
La pornografía es, qué duda cabe, un espectáculo cotidiano en las vallas, la prensa, la televisión. Los vídeos son, dentro de la compra pornográfica, el objeto de consumo popular por excelencia, ya sean convencionales o en DVD. La novedad, por tanto, reside en la dificultad para definir actualmente lo pornográfico siendo todo un encarnado plató. En la tradición reciente, la pornografía se distinguía del erotismo no por el desnudo ni por la ostentación de caracteres secundarios, porque el culo y el pecho, masculinos o femeninos, se ven mil veces al día en cualquier show, sino por tres elementos: la pornografía exhibía radiantes y abiertos los órganos genitales; la pornografía exhibía minuciosamente y de cerca los actos sexuales; la pornografía tenía por complemento la excitación de quien escuchaba o miraba, atendiendo a la autosatisfacción masturbatoria del personaje. Y algo además nada despreciable: el porno hace creer que toda mujer es voraz, perversa y desea ciegamente al hombre hasta el punto de poder contener sus impulsos. Es decir, toda una fantasía del hombre que representan el 83% de sus consumidores y que la situaría, como quiere Lasseca, entre las producciones 'de género'. ¿Un género de ciencia-ficción?
La modernidad era iluminada, pero la posmodernidad aspira a ser transparente.
La demanda de transparencia es una de las exigencias más obsesivas de nuestro presente. En la economía, en la política, en la moral, en la alimentación, en el sexo, el suceso es contemporáneo si posee la condición de la transparencia. La carne de buey del Centre d'Information des Viandes (CIV) francés ofrece todas las garantías de ser totalmente carne de músculo y estar cortada con hacha, gracias a Le Contrat de Transparence. Pero en la otra carne humana y sexual, el enorme auge de la pornografía, dentro o fuera de Internet, tiene sin duda que ver con el interés por lo expuesto, lo panóptico, lo plenamente revelado. Desde Gran Hermano hasta la Casa de Cristal de Chile, desde las obras diáfanas de Foster para el municipio de Londres hasta el pabellón de la UEFA en Nyon de Patrick Berger, todo es transparente. La pornografía es un signo de nuestra época, en uno u otro sentido moral o ideológico, económico o carnal. Las adjudicaciones de telefonía móvil o las estafas de Enron, WorldCom, Xerox, etcétera, fueron posibles porque no eran transparentes.
Los ministerios, los presupuestos, los programas del Gobierno o de la oposición deben producirse hoy, según la reclamación general, de lo explícito, y la vigilancia militar, política, industrial, es cada vez mayor a escala internacional mediante la agencia NSA y el voraz sistema Echelon, pero no se diga ya de la exhaustiva observación de los ciudadanos tras los atentados del 11-S. El mundo se reclama a sí mismo como un cuerpo desnudo, y la democracia sería como el Estado a plena luz. ¿Cómo extrañarse del apogeo de la pornografía tradicional o no tradicional?
En Internet, gracias a la webcámara, cada uno puede filmarse bostezando en su sillón al modo de los internautas insomnes. La webcámara transmite la propia intimidad a los demás y la canjea por la intimidad webcamarizada de los otros. Dentro de la Red se intercambian las intimidades como uno de los factores de mayor atractivo de la comunicación interpersonal. Pero además de esta copulación de intimidades, todavía puede pensarse que cabe penetrar más. En las habitaciones y cuartos de baño de hoteles de alto standing, tanto en Madrid como en otras capitales de Europa, se han descubierto cámaras para grabar escenas íntimas que se venden a voyeurs o se pasan por Internet. Se calcula que hay más de 150.000 páginas así en la Red.La visión y el espionaje de la intimidad del otro se corresponden con el auge general del porno. El voyeurismo, exasperado por explorar cualquier resquicio, ha sido refrendado por la estela de atención que suscitaron los reality shows y sus diversas variantes (Gran Hermano, Supervivientes, Fantasía) relacionadas con el morbo de contemplar la vida secreta de los otros y como señal, a la vez, de contemporaneidad. Una contemporaneidad en la que se anuncia el fin de los 400 años de la noción de privacidad y el triunfo de la información en vivo y en directo.
Sin duda no por casualidad, el mismo profeta del cine sin artificios, el líder de la corriente llamada DOGMA, Lars von Tiers -ganador de la Palma de Oro de Cannes 2000 con Bailar en la oscuridad-, es uno de los impulsores actuales del cine porno. Fue el promotor de Puzzy Power, productora independiente de cine porno feminista, y posee, como testimonio ideológico, la inclusión de una penetración real en una secuencia de su película Los idiotas. Casi al mismo tiempo, en Francia, en 1999, un grupo de mujeres se incorporaban insólitamente a la realización de cine porno. Virginie Despentes retaba a la censura con Baise-moi (Fóllame), Catherine Breillart rodó Romance, cinta famosa, entre otras extremosidades, por los 24 centímetros de pene de su protagonista, Rocco Siffredi, y Brigitte Roüan dirigió Post coitum.
Bandera poderosa
¿Feminismo a través del porno? Un feminismo peculiar que no condena la aparición de la imagen chic y sexy de la mujer en los medios de comunicación de masas, sino que se complace en su exhibición desnuda como una bandera poderosa. Las feministas de toda la vida se mostraron siempre en contra del género pornográfico, pero en los años ochenta aparecieron empresas productoras de porno dirigidas por mujeres y con películas escritas y dirigidas por ellas. Sus películas tienen más argumento y más psicología que las realizadas por hombres y para hombres. El 99% del cine porno sigue en manos de los hombres, pero ahora aumenta la participación de las mujeres y también se mistifica la noción de porno. Realizadores como David Cronenberg y John Waters han coqueteado con la X, contratando a actrices porno como protagonistas de algunos de sus filmes, siempre con la idea de que, en un futuro no demasiado lejano, los límites que separan lo real de lo fingido en materia erótica y cinematográfica se diluirán. De hecho, ¿cómo clasificar películas como Lucía y el sexo (2001), de Julio Medem, o Intimidad (2001), de Patrice Chereau?Para los últimos festivales de cine erótico de Barcelona se han acreditado más de 1.000 periodistas de todo el mundo. Otros festivales de cine erótico han ido proliferando a lo largo del mundo en los años noventa, desde Cannes hasta Las Vegas. En España, en 1995 apenas se realizaban cinco títulos de películas porno al año, y en 2001 se acercaban a 100.
El cine pornográfico nació en los burdeles para excitar a la clientela masculina. Estos filmes se llamaban smokers o también, en Francia, cinéma cochon. El cine pornográfico actual apareció en los años setenta, cuando la industria cinematográfica eligió la vía de películas como Perros de paja o La naranja mecánica, más violentas y atrevidas, para ganar la competencia a la televisión. De este tiempo son también pornográficas como Garganta profunda, Tras la puerta verde, The devil in Miss Jones, que difundidas en circuitos especiales obtuvieron, no obstante, por su novedad, óptimas recaudaciones. Frank Lasecca (seudónimo de Paco Gisbert) cuenta en Fantasías de noche que en los setenta se llevó mucho el underground; en los ochenta aparecieron guiones más elaborados y en la actualidad domina el porno espectáculo en coherencia con las superproducciones de efectos especiales. De hecho, Lasecca defiende el porno como un género más, al estilo del thriller, el western o la comedia musical.
No hay que dar mayor importancia al asunto, a estas alturas en que todo se encuentra sexualizado. La publicación de libros eróticos aumentó en un 324% entre 1990 y 1996, mientras la cifra global de libros publicados creció en un 83% (Guía Temática de Books in Print 1997). En EE UU también, en 2000, mientras de un lado brotaron libros destinados a afirmar la monogamia, de otro aumentó la producción de novelas pornográficas. No hay incompatibilidad entre ambas tendencias. Incluso uno de los volúmenes del primer grupo lleva por título Monogamia caliente, en indicación de por dónde van las cosas.
Telediarios en cueros
De manera pintoresca, pero en clara conexión con la tendencia, en Europa del Este se han ensayado en estos años telediarios con locutoras y locutores que van quitándose la ropa a la vez que leen las noticias. Los hombres y mujeres del tiempo de TV Nova, en la República Checa, empiezan el programa de madrugada desnudos, y a continuación van poniéndose prendas adecuadas al tiempo que anuncian. En Rusia, los presentadores del informativo principal, La verdad desnuda, realizan entrevistas casi en cueros mientras que la chica del tiempo hace un strip-tease. La oleada de pornografía en televisión, cines, revistas, videogames, galerías de arte, teléfonos rosa, anuncios por palabras, vídeos, pasarelas, publicidad de moda, en el porno-chic (Dior, Ungaro, Yves Saint Laurent, Sisley) se corresponde con una espectacular demanda de pornografía dentro de la Red.
Según Nielsen NetRating, en enero de 2000, 17,5 millones de navegantes visitaron webs porno, un 40% más que en los cuatro meses anteriores, y según Román Gubern , el 68% del comercio electrónico actual es de contenido pornográfico. 'Precisamente la decadencia de las revistas porno, que han disminuido su tirada hasta más de la mitad, obedece a que la emoción fuerte se ha trasladado a los computers, tan calientes que podrían derretir el mecanismo', dice Gubern. Ciertamente, gracias a lo que los norteamericanos llaman la triple A: anonimity (anonimato), access (acceso fácil), affordability (barato), en los últimos cinco años ha cambiado rotundamente no sólo el modo de producir y distribuir la pornografía, sino también el tipo de público que la consume. Al Cooper, psicólogo de la Universidad de Stanford, especializado en cibersexo, habla incluso de una 'segunda revolución sexual' porque Internet ha ayudado a mucha gente a superar las viejas barreras puritanas y a convertirse, si lo desea, en un habitual consumidor de material erótico. En Internet, los usuarios han formado decenas de tertulias internacionales en las que se habla de sexo, se exponen supuestos de pedofilia y bestialismo, se intercambian textos e imágenes pornográficas
Según Berth Milton, dueño de Private, considerado el capitán del imperio porno, hoy existen unas 300.000 páginas en Internet en todo el mundo, y según la revista Forbes, la oferta erótica en Internet mueve 1.500 millones de dólares al año, más que la industria cinematográfica en taquilla. El perfil de los clientes del porno digital arroja pocas sorpresas: hombres jóvenes y de mediana edad, con un nivel de ingresos entre medio y alto. Porque, según la Sociedad de Psicología Americana, las dos actividades a las que dedican más tiempo los jóvenes traders y brokers en torno a Wall Street son el footing y la masturbación, lo que explicaría que la web pornográfica Danni's Hard Drive registrara un ingreso de 3,5 millones de dólares y hasta 5 millones de visitas diarias en 1998.
En cuanto a Europa, NetValue efectuó un estudio en noviembre de 2000 entre cinco países: España, Alemania, Reino Unido, Dinamarca y Francia, que señala a los españoles como los más mirones entre las cinco nacionalidades. Bagdad, en Barcelona, es uno de los mayores templos europeos del porno en vivo desde hace un cuarto de siglo y su página atrae más de 600.000 visitas semanales.
Una investigación de la Carnegie Mellon University, de Pittsburgh, publicado en 1995, afirmaba que 'la pornografía constituye la aplicación recreativa más extendida en las redes'. Debido además a la amplia difusión de la pornografía en otros medios tradicionales, las redes privilegian además variantes especializadas como la paidofilia, la hebefilia (con púberes) y parafilias diversas. La modalidad del sadomasoquismo junto a la pedofilia (se abren 100 páginas en Internet cada día) es la que más rápidamente ha crecido en los últimos seis años. Paralelamente, en los comercios se expenden vídeos en los que la violación no es simulada y han crecido las prácticas de la bukkake (palabra japonesa), en la cual una mujer se ofrece o es forzada a ofrecerse a decenas de hombres que eyaculan sobre su cuerpo, y el fisting, en el que se hunde el pie, la mano, alguna parte del brazo en el sexo de la mujer.
Sadomasoquismo
En el universo pornográfico, la variación sadomasoquista ocupa el lugar de la droga sexual dura. Sallie Tisdale, autora del best seller Talk Dirty to Me (Háblame obsceno), ha declarado que para algunos ex adictos conspicuos, el sadomasoquismo llena el vacío que les dejaron el alcohol o las drogas. Pero incluso se trata de algo mucho más común y notablemente lucrativo. La pornografía constituye ya una gran industria con sus propios puntos de venta y organizaciones de postal-market. Es ya un servicio que se ofrece en los mejores hoteles, 24 horas sobre 24, y en las televisiones de pago. La revista Forbes, que ha elaborado una lista de las 15 empresas más poderosas de la industria del porno en Estados Unidos, sitúa como líder del sector a On Command Corp, que cotiza en el Nasdaq y abastece a 975.000 habitaciones en 2.450 hoteles repartidos en 22 países. Unos 250 millones de personas consumen sus películas o sus juegos, y sus beneficios calculados para el pasado año superaron los 325 millones de dólares.
La pornografía es, qué duda cabe, un espectáculo cotidiano en las vallas, la prensa, la televisión. Los vídeos son, dentro de la compra pornográfica, el objeto de consumo popular por excelencia, ya sean convencionales o en DVD. La novedad, por tanto, reside en la dificultad para definir actualmente lo pornográfico siendo todo un encarnado plató. En la tradición reciente, la pornografía se distinguía del erotismo no por el desnudo ni por la ostentación de caracteres secundarios, porque el culo y el pecho, masculinos o femeninos, se ven mil veces al día en cualquier show, sino por tres elementos: la pornografía exhibía radiantes y abiertos los órganos genitales; la pornografía exhibía minuciosamente y de cerca los actos sexuales; la pornografía tenía por complemento la excitación de quien escuchaba o miraba, atendiendo a la autosatisfacción masturbatoria del personaje. Y algo además nada despreciable: el porno hace creer que toda mujer es voraz, perversa y desea ciegamente al hombre hasta el punto de poder contener sus impulsos. Es decir, toda una fantasía del hombre que representan el 83% de sus consumidores y que la situaría, como quiere Lasseca, entre las producciones 'de género'. ¿Un género de ciencia-ficción?
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