España carcelaria
El plan 'contra la delincuencia' puede aumentar los votos para Aznar -o quien sea su representante en la tierra-: es repugnante. Consiste en que se detenga más, se reduzcan los permisos, las penas se cumplan totalmente, se celebren juicios rápidos y los inmigrantes penados sean devueltos a sus países de origen: más un aumento en la Policía y la Guardia Civil. Los señuelos del plan: más castigo a los terroristas, y a los maridos que golpean y hasta matan, y para los traficantes de droga: delitos especiales. Y una campaña previa sobre el crecimiento de la inseguridad, claramente dirigido a asustar a los nuevos ricos. 'Nuevo rico' no tiene la acepción antigua, del que accedía de pronto a la burguesía desde la clase baja, sino que es una figura virtual: es el que tiene más deudas, el que ha conseguido más créditos y los va ampliando para que la vivienda sea más grande, un poco más cercana; y con un colegio de maristas o de hermanitas cerca.
Este descenso social, que lo hace esclavo para toda la vida, le da la sensación de que es propietario: del taxi que conduce 12 horas al día, lo deja por la noche a su hijo o a su padre, que mueren de miedo cada vez que ven una cara oscura y aceleran; del piso cuyas cañerías y cables, ascensores y ladrillos se van desintegrando; el pequeño comerciante que vive horrorizado entre el rico almacén que aparece a su lado y el navajero que se lleva la caja débil.
Como sus mayores, como los verdaderos ricos, no aceptará ya nunca más la mejora de las clases, o el reparto social, sino la contrapartida que siempre se ha utilizado en España: más guardias civiles y más prisiones, y más severidad en los jueces, y más justicia rápida. Aunque sea insegura, aunque no dé tiempo a preparar la defensa que hace el abogado de oficio porque el pobre no puede pagar uno mejor.
Sugiero que se habiliten otra vez para cárcel edificios que ya existen, como en la guerra. Como el colegio de San Antón, que era muy represivo y se hizo tristemente célebre en la guerra por las 'sacas': la de Paracuellos salió de allí. O Porlier, de los pilaristas. Franco los aprovechó y creó más, y campos de concentración -también ahora habrá-: los vecinos siempre se oponen a la creación de cárceles en su barrio, o de centros de desintoxicación. El día en que se amplíen las medidas de seguridad tampoco querrán que el garrote vil se instale cerca: devalúa su propiedad.
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