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Columna
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Sucesos

Yo antes no leía prensa local e ignoraba los suplementos regionales de los periódicos. Pensaba que si una noticia no acababa de saltar a la primera página era porque carecía de importancia. Hoy compro los periódicos de mi ciudad y leo el cuadernillo donde escribo buscando esos jirones de realidad que han sido desplazados de la primera página por el fichaje, la boda y sobre todo por la ilegalización de Batasuna.

Aparte del fichaje de Alejandro Agag y de la boda de Ronaldo con el Real Madrid, parece que lo único que sucede en España desde hace unos meses es Batasuna. Ni en sueños previeron Otegi y los suyos un protagonismo que no deben a sus propios méritos, sino al previsible papel del PP y al incomprensible papelón que en todo este proceso está desempeñando el PSOE. Si ETA es ilegal -el silogismo es de Chaves-, resulta lógico que el partido que la apoya sea también ilegal. El razonamiento es falso (aunque el aborto libre y gratuito sea ilegal los partidos que lo reivindican no lo son); pero no me atrevo a decirlo muy alto: en este asunto de la Ley de Partidos y de la ilegalización de Batasuna cada día que pasa resulta más difícil disentir de la opinión general o distinguir matices sin convertirse automáticamente en defensor del terrorismo. Una catástrofe. La segunda victoria del enemigo. La primera, como he dicho, es haberse apoderado con un puñadito de militantes de toda, absolutamente toda, la realidad nacional.

Pero suceden otras cosas. Y algunas son terribles; también con sus muertos, con su violencia y con sus víctimas apaleadas y perseguidas. No se trata de menospreciar a quienes han sufrido los efectos del terrorismo, sino de rebelarse contra el monopolio que los asesinos y quienes los apoyan han establecido sobre la primera página de los periódicos con la complicidad tontorrona o interesada de todos nosotros. Aquí, en Andalucía, suceden, por ejemplo, los incidentes del barrio sevillano de Amate o las algaradas del Parque Alcosa, con esos disturbios callejeros y esos coches incendiados tan familiares, que demuestran la naturaleza política de la delincuencia común. Y viceversa.

Sucede también lo de esa chica alemana, que parió en un váter de Roquetas de Mar y se deshizo del pequeño en un cubo de basura por miedo a que su padre se enterara de que había sido fecundada por el esperma de su moro prometido. No sé si la muchacha intentó abortar. No sé si hubiera podido hacerlo, no sé si en España la hubiesen dejado desechar las primeras células de la criatura para no tirar al niño entero. Defiendo el aborto libre y gratuito; y quizás Chaves piense que debo ser ilegal.

Y también sucede que en 2001 hubo en Andalucía 3.668 personas afectadas por la mal llamada violencia de género. Lo recordaba aquí la diputada Carmen Olmedo Checa, y mientras leía su artículo me asaltaba un pensamiento repugnante: si las 6.000 víctimas españolas de la violencia conyugal lo hubieran sido de la violencia terrorista hoy ya se habría decretado el estado de excepción. Menos mal que estas realidades sólo salen en la crónica de sucesos o en la prensa regional.

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