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Reportaje:REPORTAJE

Marruecos, a por los islamistas radicales

Barbudos con megáfonos que arengan a la muchedumbre en Sidi Mussa porque comete la herejía de festejar a un mussem (santón musulmán); islamistas que recorren con armas blancas calles y parques de Kasba Tadla en busca de parejas impías; robo en la periferia de Rabat del arma de un policía y, por último, choque armado entre integristas y fuerzas del orden en un arrabal de Casablanca que se salda con tres heridos de bala.

Si la primavera fue agitada en Marruecos, con la detención de los presuntos asesinos de un borracho en Casablanca y el desmantelamiento de un grupúsculo islamista en Fez, el verano ha sido todavía más caliente, a juzgar por la lectura de la prensa afín al Gobierno marroquí. Desde que en junio fue revelado el apresamiento de los miembros de una supuesta célula de Al Qaeda, los diarios rebosan de informaciones sobre la eclosión en Marruecos de un islamismo radical.

Los partidarios del Gobierno de Yussufi hacen una amalgama entre islamistas radicales y moderados para impedir un éxito de estos últimos en los comicios
Los diarios afines a los socialistas y a los ex comunistas reprochan al ministro de Asuntos Religiosos haber perdido el control de la mitad de las mezquitas

'Algo se puede dar por seguro: la excepción marroquí está detrás de nosotros, y la imagen de un islamismo marroquí no violento se ha diluido', asegura L'Opinion, el periódico de los nacionalistas del Istiqlal. 'Los extremistas están entre nosotros, la barbarie ha franqueado los muros de la ciudad', añade L'Economiste, un rotativo cercano a los empresarios.

'No estamos ya en la situación preargelina. Estamos ya en la situación de Argelia', concluye el socialista Libération, como si en Marruecos los muertos -seis desde 1998- fuesen tan numerosos como en el país vecino.

Peor aún que la violencia es, según L'Economiste, 'la presión moral que hace, por ejemplo, que en las administraciones públicas, las mujeres que no quieren llevar pañuelo y los hombres que no quieren participar en la oración colectiva sean marginados'. 'Este terrorismo es aún más peligroso porque pretende transformar la sociedad de forma insidiosa'.

Las denuncias del peligro islamista, encabezadas por Al Ittihad al Ichtiraki, el diario que dirige el primer ministro, el socialista Abderramán Yussufi, han sido acompañadas de una oleada de represión sin precedentes desde el inicio del reinado de Mohamed VI, en 1999.

Policías y gendarmes han incautado libros y casetes subversivos que ofrecían vendedores ambulantes en el entorno de las mezquitas; han efectuado pesquisas en varias decenas de librerías, y al menos una, en Casablanca, ha sido clausurada junto con varios templos pequeños y privados; abundan también los registros domiciliarios.

Al Asr, un semanario con simpatías por el islamismo moderado, afirma que cerca de 400 integristas han sido detenidos, pero, según otras fuentes, tan sólo unos cuarenta permanecen aún detrás de los barrotes, sin contar a los siete presuntamente vinculados con Al Qaeda.

La intensa campaña de los principales diarios no se ha conformado con arremeter contra los barbudos, sino que además ha osado señalar a los ministros de Interior, Driss Jetu, y de Asuntos Religiosos, Abdelkebir Alaui Mdagri, ambos nombrados por el rey. Al segundo se le reprocha su complacencia con los islamistas y su negligencia por haber perdido el control teológico de la mitad de las mezquitas, en teoría bajo su tutela y ahora en manos de predicadores extremistas.

Hombre parco en palabras, Alaui Mdagri ha hecho nada menos que dos declaraciones a lo largo de la semana desmintiendo las acusaciones y tratando de apaciguar los ánimos. Lo sucedido, recalcó, son 'actos criminales que no guardan relación alguna con la religión'. Son además 'actos aislados y circunscritos'.

En vísperas del arranque de la campaña para las legislativas del 27 de septiembre, el ministro aseguró que no permitirá la utilización de los púlpitos de las mezquitas para hacer propaganda electoral. Prometió también que reforzará el control de los templos, incluidos los privados que intentan librarse de su supervisión. Sus explicaciones no han convencido a sus detractores.

Los recientes brotes de radicalismo islámico tienen su origen, explica el editorialista Naim Kamal, en el 'estímulo psicológico' que supusieron para algunos islamistas los atentados del 11 de septiembre incrementados por el 'sentimiento de injusticia' ante los bombardeos norteamericanos en Afganistán y combinados con el regreso a casa de varias decenas de marroquíes que residieron en aquel país.

Al reventar una célula de Al Qaeda y golpear con dureza a los grupúsculos integristas, Rabat ha querido además demostrar a los occidentales, empezando por EE UU, que es un aliado estable y firme que se merece un trato privilegiado, opinan también algunas fuentes diplomáticas.

La prensa gubernamental marroquí ha hecho, sin embargo, la amalgama entre los islamistas legalizados del Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD) y los tolerados de Justicia y Caridad, con los extremistas violentos. 'No hace distinciones e intenta así desprestigiar a los moderados de cara a las elecciones', señala Mohamed Darid, catedrático de la Universidad de Mohamedia

.Con Bin Laden

Para Darid, autor de varios libros sobre el islam marroquí, el 'salafismo combatiente', es decir, los seguidores de Bin Laden, existen en Marruecos, sobre todo en Fez, pero 'no están estructurados en una organización'.

'Este fenómeno [represivo] ha aparecido dos meses antes de las elecciones, en el momento de la presentación del penoso balance del Gobierno de alternancia', resalta el semanario islamista Al Asr. El titular de Interior ha salido al paso de estas acusaciones: 'No hay relación alguna' entre las detenciones y 'los preparativos electorales'. 'La situación está bajo control'.

'Las mentiras mediáticas se multiplican para crear un ambiente hostil al movimiento islamista moderado'. 'Creo que lo sucedido influirá poco o nada a los marroquíes a la hora de votar', afirma Ahmed Rissuni, líder de una corriente del PJD.

El PJD es la única formación islamista que concurre a unas legislativas que, según prometió el rey, serán limpias y transparentes. Sus dirigentes hacen, sin embargo, gala de una sorprendente modestia cuando se les pregunta sobre los sufragios que confían en cosechar, como si no quisieran asustar a sus adversarios.

'No creemos que podamos dirigir el Gobierno después de las legislativas de septiembre', declaraba su líder, Abdelilah Benkiran. 'No hay peligro islamista en Marruecos'.

Ley islámica para los periodistas defensores del laicismo

EL ESTADO SECUESTRA a los simpatizantes salafistas y los interroga al margen de la legalidad', asegura Tufiq Musaif, abogado de un grupo de islamistas marroquíes. Sus acusaciones han sido retomadas y asumidas por algunos de los semanarios independientes, de corte liberal o progresista, poco sospechosos de connivencia con los islamistas. 'Decenas de simpatizantes del movimiento salafista combatientes (seguidores de Osama Bin Laden) han sido secuestrados', sostiene, por ejemplo, As Sahifa. Los secuestros no son desapariciones definitivas. Al cabo de unos días, los militantes apresados reaparecen en dependencias policiales. 'Hasta ahora, los servicios de seguridad no son responsables ni deben dar cuenta a nadie', se lamenta Fuad Abdelmumi, de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos. Recién amnistiado, después de ser condenado a un año de cárcel por instigación de la violencia, el jeque Abu Hafs, de Fez, reconocía que lo que está sucediendo excede al Ejecutivo. 'Aun suponiendo que el Gobierno no controle los servicios secretos encargados de esta sucia tarea, podría por lo menos denunciar las operaciones que llevan a cabo', declaraba Hafs. '¿Cuándo serán juzgados los camaradas?', se preguntaba el diario At Tajdid, cercano al Partido de la Justicia y del Desarrollo (PJD), una formación islamista moderada. Aludía a los ministros socialistas y ex comunistas que amparan los atropellos de los servicios de seguridad. Las críticas islamistas tendrían más credibilidad si no se hicieran eco, en las escasas publicaciones de las que disponen, de las amenazas que profieren sus correligionarios extremistas. Al Asr, también afín al PJD, publicó en agosto un artículo de un predicador que tachaba a los periodistas de 'hijos de las cruzadas y portavoces del laicismo'. 'Si en Marruecos se aplicase la ley islámica, deberían ser ejecutados', concluía.

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