Buscando tesoros
Me llamo Antonio y trabajo en una oficina de Núñez de Balboa, aunque después de ver cómo está la calle no conseguiría convencer a nadie de que ni me llamo Said ni vivo en Ramala. Sin embargo, puedo asegurarles que hay un ejército de ocupación haciendo boquetes a todas horas, un ejército que no descansa ni en verano. Suele preguntar Dani de Vito, cada vez que pasa por Madrid, si ya hemos encontrado el tesoro, porque en Madrid hay escondido un tesoro, ¿verdad?, pregunta a todas horas. Y algo de eso tiene que haber. Es más, si uno se fija bien, puede darse cuenta de que dirigiendo las obras ya no quedan capataces como los de antes. No, ahora puedes tropezarte con un profesor de Historia Antigua metido hasta la cintura en una zanja. Es más, en el cruce de Ayala con Núñez de Balboa me encontré hace unos días a un tipo que lucía látigo y sombrero como si fuera Indiana Jones.
Porque de eso se trata, de excavaciones arqueológicas. Por ejemplo, ahora el Canal quiere hacernos creer que está sustituyendo las conducciones, aunque en realidad sabemos que anda detrás del Santo Grial; Madritel, por ejemplo, estuvo dos meses perforando el barrio a la búsqueda de una Venus neolítica, y Gas Madrid intenta encontrar un sarcófago merovingio.
Sin embargo, este inusual verano debe esconder algo muy gordo en el subsuelo, porque a las susodichas compañías se les ha unido también lo más granado del inefable mundo de la piqueta. Dicen que es el Arca de los Dones, o el arcón custodio del oro de Moscú, o acaso el dinero negro al que trata de dar caza el Departamento de los Hombres de Negro del Ministerio de Hacienda. Y si ustedes creen que exagero, entonces que me diga alguien a qué viene ese inmisericorde afán por perforar las calles una y otra vez. Es más, que alguien me diga por qué me miran con sorna los residentes del barrio cuando coloco un boleto de la ORA sobre el salpicadero de mi coche, el cual se pasa las horas muertas acumulando polvo entre las zanjas que hay en el cruce de Ayala con Núñez de Balboa.
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