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Tribuna:VUELTA 2002 | Comienza, en Valencia, con una contrarreloj por equipos
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No es menos dura que el Tour

Desde siempre se ha asumido que el Tour es la más dura de las tres grandes vueltas por etapas. Así lo avalaría el tremendo kilometraje de esta carrera a lo largo de su historia. Desde su nacimiento, en 1903, hasta nuestros días, el promedio de todas sus ediciones es de 4.350 kilómetros. Casi 1.000 kilómetros más que el de la Vuelta a España, cuya primera edición se corrió en 1935. Además, la leyenda del Tour es inigualable. Desde sus inicios, cuando las bicicletas pesaban 25 kilos y los ciclistas acababan las etapas entrada la noche, hasta el actual reinado de un superviviente de cáncer, Lance Armstrong. Pero el kilometraje o el número de horas de sillín -es decir, el volumen total de ejercicio- no es el único factor que define la dureza de una gran vuelta. Igual de importante es la intensidad de las etapas. Lo malo es que esta variable es mucho más difícil de medir. Al menos, hasta hace poco.

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Desde los años noventa, la mayoría de los corredores profesionales lleva un sensor sobre el pecho que mide constantemente sus frecuencias cardiacas. Como la frecuencia cardiaca es un buen indicador de la intensidad de un ejercicio -en general, a más latidos cardiacos, más esfuerzo-, ya podemos saber cuál es la intensidad media de las grandes vueltas desde la última década. Existen tres fases de intensidad en función de la frecuencia cardiaca alcanzada (en latidos por minuto o lpm): fase 1 o de intensidad leve (por debajo de 140 lpm), fase 2 o de intensidad media (entre 140 y 170 lpm), y fase 3 o de intensidad alta (por encima de 170 lpm). En las fases 2 y 3 los ciclistas desarrollan potencias realmente elevadas: entre 300 y 400 vatios y por encima de 400 vatios, respectivamente.

Así, ya podemos cuantificar los dos principales factores que definen la dureza de una gran ronda: el volumen (tiempo total de ejercicio) y la intensidad (tiempo total en cada una de las tres fases). Ahora sólo queda juntar ambos factores para puntuar la dureza del Tour y de la Vuelta. Aunque unos estudiosos canadienses ya habían inventado una variable (llamada training impulse en inglés y abreviada TRIMP) que integraba ambos factores en un complejo algoritmo, un grupo de fisiólogos norteamericanos proponen una simplificación del concepto original de TRIMP. Cada minuto de etapa transcurrido en cada una de las fases 1, 2, y 3 sumaría uno, dos y tres puntos -o TRIMPs-, respectivamente. Así que ya tenemos juntos volumen e intensidad. Ahora sólo queda sumar los TRIMPs que un mismo ciclista acumula en el Tour y en la Vuelta y comparar: ¿es más duro el Tour?

Responde a esta pregunta un reciente estudio con un grupo de ciclistas españoles -incluyendo rodadores, escaladores, líderes y gregarios- que terminaron en una misma temporada (1997, 1999, 2000 o 2001) el Tour y la Vuelta. Pese al mayor volumen total de ejercicio en el Tour -unas 93 horas frente a 85 horas en la Vuelta-, ambas rondas sumaban un número de TRIMPs parecido: cerca de 7.000, en ambos casos. Conclusión: la Vuelta no es menos dura que el Tour, al menos en los últimos años. Su menor volumen se compensa con una mayor contribución de las fases de intensidad 2 y 3. Y el hecho de que en los dos últimos años el kilometraje de la Vuelta se haya reducido en más de 500 kilómetros con respecto a anteriores ediciones no parece haberle restado dureza.

Alejandro Lucía es fisiólogo de la Universidad Europea de Madrid.

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