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Una encrucijada para Villena

Con una urgencia y una voluntad infrecuentes, nuestros gobernantes se han lanzado a trazar autopistas y tendidos de ferrocarril a través de la provincia de Alicante, como si de ello dependiera nuestro porvenir. En los últimos meses, las propuestas se han multiplicado hasta el punto de que no pasa semana sin que conozcamos un nuevo proyecto o se hable una nueva sugerencia. Si nadie lo remedia -y no se vislumbra, por el momento, quién esté en condiciones de hacerlo- una parte del suelo alicantino será atravesado por una compleja red de carreteras y raíles que lo convertirán en un territorio muy diferente al que ahora conocemos.

Al día de hoy, poblaciones como Villena o Sax tienen comprometido su término municipal por proyectos como el de la autopista entre La Font de la Figuera y Murcia, la autovía Caudete-Sax o el ramal que unirá esta población con Castalla, y que enlazará con la autopista entre Alicante y Alcoy. A ello, debemos añadir la actual autovía Alicante-Madrid, la línea de ferrocarril que une ambas ciudades y el futuro tendido del AVE, que también cruzará estas tierras.

Cualquiera admitiría que es difícil trazar tantas vías de comunicación en un territorio sin que el hecho tenga graves repercusiones y se altere su naturaleza. Sin embargo, no es esto lo que afirman los técnicos y los políticos que las proponen. Para estas personas, los trazados previstos son todos ellos plausibles y sólo procurarán beneficios a las poblaciones que atraviesan. Palabra arriba, palabra abajo, esto mismo afirman los alcaldes de Villena y Sax, convertidos en valedores de estas obras. Naturalmente, los alcaldes de Villena y Sax pertenecen al Partido Popular y, como es obvio, se limitan a acatar las órdenes de la autoridad. No les exijamos más.

Hasta el momento, nadie ha explicado en que consistirán estos beneficios, ni cómo se distribuirán entre la población. De ellos, se habla siempre en un tono genérico, confuso, indeterminado. Es decir, se habla en un tono que no obliga a compromisos. Los únicos que no acaban de mostrarse convencidos ante esta multiplicación de carreteras y traviesas de ferrocarril que traerán la felicidad son los habitantes de Sax y de Villena. Muchos de ellos no se explican la necesidad de que la comarca se convierta en un nudo de comunicaciones, y deban soportar unos trazados que mutilan sus campos, destrozan su paisaje, afectan a su modo de vida y crean una evidente incertidumbre sobre el futuro.

Como es habitual, quienes desaprueban estos proyectos son acusados de oponerse al progreso. Pero ya sabemos que la defensa del progreso sirve por igual para un roto que un descosido y la mayor parte de las veces sólo oculta intereses particulares que amparan los gobiernos. Antes de lanzarse tan alegremente por el tobogán de las comunicaciones y cuartear un territorio, nuestros gobernantes deberían reflexionar sobre lo sucedido este verano en Europa Central. Buena parte de la responsabilidad de esta catástrofe hay que atribuírsela al progreso. Fue el progreso quien alteró el cauce de los ríos, modificó la vegetación de las montañas, impuso barreras artificiales a la naturaleza. El progreso y, claro está, nuestra arrogancia. Algo deberían aprender los gobernantes de esta lección. Cuanto menos, a ser más prudentes y extremar las precauciones. Los ciudadanos merecen un respeto.

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