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Crítica:ESTRENO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cumbre coja

Arranca La virgen de la lujuria de una tacada de tomas documentales y otras de ficción cortas y sincompadas, que chocan y crean extrañeza porque rompen con la línea del poderoso estilo que Arturo Ripstein ha desplegado con energía y nitidez en la última etapa de su carrera.

Pero la desorientación es sólo momentánea, pues acto seguido el cineasta mexicano suelta a la cámara en uno de sus inconfundibles planos secuenciales, una toma de trazo vigoroso y de excepcional dificultad, de alrededor de 10 minutos de duración, que nos indica, añadida a las tomas que siguen y a la tremenda hondura del decorado, o laberinto, o escenario, o ámbito sagrado (y blasfemo) donde se celebra este insólito ritual de trágica negrura, que estamos dentro de otro de los mismos oscuros lugares poéticos donde ocurrieron La reina de la noche y La mujer del puerto, que son cine de genio, obras maestras de este inmenso cineasta de especie única.

LA VIRGEN DE LA LUJURIA

Director: Arturo Ripstein. Intérpretes: Luis Felipe Tovar, Ariadna Gil, Juan Diego y Juian Pastor Género: Drama. España, 2002 Duración: 140 minutos

Estamos en 1939. Comienza a deslizarse por los vericuetos y laberintos de ese espacio litúrgico el trenzado del amor loco de un infeliz pelado mexicano hacia una puta española rimbombante, sentimental y perdidamente enamorada a su vez de un estrafalario chulo que la ignora. E imbricado con este juego surge otro, el de las andanzas de un grupo de exiliados políticos españoles que planean (o sueñan) asesinar al maldito Caudillo, nada menos que a Franco. El puzzle resultante es un magnífico golpe directo de cine surreal entre ojo y ojo, que fascina y que, por desgracia, también marea.

Esta cima cinematográfica es mareante porque su enorme altura no es redonda, no está bien equilibrada, no se mueve con la firmeza y exactitud que su complejidad está pidiendo. Cojea. La tragedia, trufada con farsa, comedia, esperpento, guiñol e incluso zarzuela, sangra por su armazón, por su estructura, es decir, por su escritura. El bellísimo idioma, el castellano con sabor a Rulfo de la gran guionista Paz Alicia Garcíadiego, es pura música, pero esta vez su partitura tiene grietas. Son las grietas del exceso de circunloquios, la intromisión de algunos breves tiempos muertos, la no conversión en uno solo de los varios hilos de la trama argumental y, sobre todo, el desajuste entre palabra y conducta, entre verbo y gesto, pues los intérpretes no logran (porque no es posible) que uno y otro sean en sus rostros y en sus comportamientos los dos lados inseparables de la misma elocuencia.

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