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Ceuta, la puerta de la discordia

El posible cierre del paso a Marruecos por Benzú pone en riesgo el matuteo, un negocio de 600 millones al año

Las cosas casi nunca son blancas o negras, y en las ciudades fronterizas, menos. En Ceuta, los esfuerzos para el control de la inmigración han permitido reducir el tránsito de indocumentados y evitar las aglomeraciones. Los inmigrantes que esperan en la ciudad un visado son unos 400.

Pero la impermeabilización de la frontera supone un duro golpe para el comercio con las poblaciones vecinas de Marruecos, vital para la subsistencia de la zona. Y ni a uno ni a otro lado de la valla se resignan a perder el matuteo, el tráfico de mercancías sin pagar derechos de aduana. El paso de Benzú es ahora el caballo de batalla.

Situado al norte de la ciudad, Benzú es un paso tradicional habilitado en su momento para permitir el tránsito a Ceuta, sin control aduanero, de los pobladores de la vecina localidad marroquí de Beliones, que a cambio aliviaba con sus manantiales los problemas de abastecimiento de agua de la ciudad española.

La mercancía se tira por encima de la valla o se pasa a nado, en frigoríficos viejos

Cuando se abrió el paso, Beliones tenía apenas unos centenares de habitantes. Pero ahora ronda los 5.000 y, al carecer de las medidas de seguridad de una aduana, Benzú se ha convertido en un coladero para la inmigración ilegal y el contrabando.

El delegado del Gobierno en Ceuta, Luis Vicente Moro, ha decidido reforzar la vigilancia. Entre otras medidas, estudia el cierre del paso. Es sólo una opción, pero los comerciantes del polígono fronterizo han empezado a movilizarse. Ven peligrar su negocio. Aunque no existen datos oficiales, se calcula que las ventas en la frontera mueven al año unos 600 millones de euros.

Los comerciantes mantuvieron el pasado jueves una reunión con el presidente de la Cámara de Comercio de Ceuta para pedir su respaldo a la lucha contra el cierre de Benzú, y están dispuestos a hacerse oír también por las autoridades locales y estatales.

Las aspiraciones de los comerciantes no se agotan con evitar el cierre. También reclaman que se amplíe el horario impuesto al comercio en la frontera -ahora el vaivén de género está vetado a partir de las tres de la tarde-, y que se abra el puente del Biutz, un paso específico para mercancías cuya construcción ha quedado suspendida 'a la espera de que se estabilicen las relaciones con Marruecos', según fuentes de la Delegación del Gobierno.

'La política de la UE con Ceuta y Melilla es la del aburrimiento', brama uno de los comerciantes, que prefiere no ser identificado. 'El comercio con Marruecos es lo que sostiene Ceuta y se lo están cargando con tanto control. Las ventas han descendido un 50% sobre el año pasado. De acuerdo que es una situación atípica, pero los marroquíes dejan dinero. ¿Qué quieren, que nos comamos las patas como los pulpos?'.

Los afectados de la otra parte, más de 30.000 personas de la provincia de Tetuán que cada día cruzan la frontera para comprar mercancía y llevarla a su país, no se quejan con palabras. Aguzan el ingenio para saltar el nuevo obstáculo y hostigan a los guardias civiles que custodian la línea fronteriza todo lo que pueden. 'Trabajar aquí es complicado, no sólo porque no puedes olvidar que son criaturas intentando ganarse la vida, sino porque por cada par de ojos que vigilan hay 1.000 que buscan el hueco para colarse', reconoce uno de los agentes.

Hasta ahora no se han registrado incidentes graves. La manera de protestar de los marroquíes es tirar piedras a los guardias o tratar de entrar en tropel. Ocurrió hace unos días en la frontera de El Tarajal, cuando un centenar de personas se abalanzó sobre el paso desde tierra de nadie.

Son maniobras para distraer, porque saben que la principal preocupación en el lado español es la inmigración ilegal. Pero desgastan la moral de los agentes y aumentan el gasto en material antidisturbios. Las frecuentes algaradas se contienen con pelotas de goma que los guardias disparan 'a no dar, porque lo que falta es que causemos algún herido', explica uno.

Desde la Delegación del Gobierno se asegura que la mercancía que pasa por Benzú es 'menor', pero lo cierto es que el control aduanero marroquí está en El Tarajal. Por eso Benzú se ha venido aprovechando para hacer pasar género caro, como electrodomésticos, que tienen tasas de importación sustanciales, sin contar con la obligada mordida de los aduaneros.

Al no poder contar con este paso, los matuteros se dedican ahora a lanzar el género de menor peso por encima de las alambradas, y a hacer llegar el más pesado por vía marina. Utilizan frigoríficos viejos y sin compresor como contenedores flotantes, que los porteadores empujan a nado.

En la playa de El Tarajal se apilan las neveras que la Guardia Civil consigue interceptar, valiéndose de las patrulleras o de un sistema más casero, un garfio atado a una cuerda con el que enganchan la mercancía que pueden.

El equilibrio en la frontera es siempre complicado. 'Si no cerramos el grifo se cuela demasiada gente y hay problemas, y si lo cerramos protestan los comerciantes', resume un portavoz de la Delegación del Gobierno. Un taxista que presta servicio en la frontera comenta con escepticismo el esfuerzo de control. 'Aunque pongan una valla en el mar, encontrarán la forma de sortearla. No se pueden poner puertas al hambre', sentencia.

Dos marroquíes pasan un frigorífico a nado al otro lado de la frontera de Tarajasl, en Ceuta.
Dos marroquíes pasan un frigorífico a nado al otro lado de la frontera de Tarajasl, en Ceuta.RAFAEL MARCHANTE

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