Jornada de tregua

Los inversores se concedieron ayer una tregua, en parte asustados por las consecuencias de su precipitación de los últimos días. El tono bélico que muestra la administración estadounidense es ahora el único elemento real de distorsión en una situación que, aunque muy lentamente, tiende a la normalidad.

Si los últimos indicadores muestran que las grandes economías no se recuperan al ritmo previsto, también es cierto que no apuntan hacia un empeoramiento y las cotizaciones ya han descontado los efectos de las crisis conocidas.

La explicación de la precipitación de los inversores está, muy posiblemente, en ese precario equilibrio entre unos datos económicos que no salen del estancamiento y una situación internacional amenazante, y todo ello aderezado con numerosos casos de gestión empresarial de dudosa calidad, lo que vale tanto para la contabilidad creativa como para los fracasados macroproyectos en el sector de las telecomunicaciones.

Ayer resultó relativamente sencillo cuadrar las cuentas en los mercados porque ni compradores ni vendedores porfiaron en ir más allá de lo razonable. El resultado no fue brillante, pero al menos ha proporcionado un respiro a los accionistas, en general el sujeto pasivo de todas las coyunturas.

El Ibex 35 recuperó el 0,38%, al igual que el índice general de Madrid, y con una contratación de 1.372,88 millones de euros en el Mercado Continuo, una cifra más que suficiente para una jornada que posiblemente no sea más que un paréntesis dentro de una corriente más amplia.

En Europa también se repitieron los resultados neutros, con un avance del 1,35% en París y un descenso del 0,21% en Londres, mientras que Francfort ganaba el 0,56% antes del cierre. En esos momentos la Bolsa de Nueva York mantenía un avance del 0,29%.