_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un ataque de 'rauxa'

El líder de ERC, Josep Lluís Carod, zanjó anteayer con autoridad un episodio que en las últimas semanas estaba echando por tierra los meritorios esfuerzos del sector moderado del partido para afianzarlo como una formación seria y fiable. En ausencia del secretario general, dos altos dirigentes de ERC pusieron en cuestión sin encomendarse a Dios ni al diablo uno de los aspectos más delicados de la política: las alianzas. Y, además, lo hicieron acompañando sus propuestas de ruptura con descalificaciones rayanas en el insulto. Los que todavía eran aliados, los socialistas, debían dejar de serlo porque, en un ataque de rauxa veraniega, pasaban a ser considerados nada menos que como un peligro para la democracia.

Más información
Carod corta el debate en ERC sobre la Entesa y garantiza su continuidad

Este episodio ha rememorado los tiempos, no tan lejanos, en que ERC era el partido de Àngel Colom y sus métodos los de la Crida. Y ha venido a dar plenamente la razón a Jordi Pujol cuando tras las últimas elecciones escogió al PP como pareja de baile para toda la legislatura a pesar de que ERC se le ofrecía como aliada para formar una mayoría nacionalista en el Parlament. En la opción de Pujol contó en primer lugar el hecho de que el PP es el partido que gobierna España. En segundo lugar contó la afinidad entre las derechas. Pero los dirigentes de CiU no ocultaron en aquel momento que entre sus razones para desechar el pacto que con tanta insistencia ofrecía Carod a Pujol se contaba su desconfianza en la estabilidad y fiabilidad de los republicanos. Les producía pavor ponerse en manos de un partido que sigue rigiéndose por métodos asamblearios, cruzado muy a menudo por impulsos emocionales,y en el que no falta quien se atreva a poner en cuestión por su cuenta las alianzas y a dedicar improperios a los socios en ausencia de los máximos responsables. Pujol se quitó este problema de encima y ahora quien lo tiene es Pasqual Maragall.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_