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Reportaje:Campeonato del Mundo | BALONCESTO

Infeliz aniversario

Treinta años después, EE UU aún reniega de su polémica derrota en Múnich 72 ante la URSS

Robert Álvarez

El orgullo del baloncesto estadounidense continúa herido, treinta años después, por su primera derrota en unos Juegos Olímpicos. Estos días, en el Mundial de Indianápolis, el primero que tiene a bien organizar, lo recuerdan algunos de sus veteranos columnistas. El 10 de septiembre de 1972, en Múnich, en un partido que conmovió al mundo del deporte, Estados Unidos perdió ante la Unión Soviética tras un caótico desenlace lleno de irregularidades. De alguna forma, aquella final sacudió la jerarquía de este deporte y, en plena guerra fría, tuvo muchas connotaciones sociales.

El baloncesto de Estados Unidos, aún ahora tan superior al de los demás países, dio una primera y remota señal de vulnerabilidad. Ya no le bastaba enviar un equipo universitario, de jugadores que no superaban los 22 años, para dominar con mano de hierro como lo había hecho hasta entonces con siete medallas de oro consecutivas y un récord de 62 victorias, muy similar a la imbatibilidad, después ya de 56 partidos, que mantiene su selección formada por jugadores de la NBA.

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El baloncesto estadounidense reniega de aquella derrota, que considera un 'robo' en toda regla. Sus jugadores, desairados, rechazaron la medalla de plata que les correspondía. El COI ha sondeado posteriormente al comité norteamericano en torno a la posibilidad de que la acepte finalmente. Pero los protagonistas de aquella final no olvidan el ultraje. Uno de ellos, el base Kenny Davis, ha pactado con sus descendientes para que jamás la admitan.

¿Qué sucedió aquella mañana del domingo 10 de septiembre de 1972? La URSS dominó todo el tiempo en el marcador. Faltaban seis minutos para la conclusión y mandaba por ocho puntos de diferencia. Hank Iba, el técnico americano, ordenó a sus jugadores que presionaran por toda la pista.

Cuando quedaban seis segundos, la URSS continuaba ganando, pero ya sólo por un punto. Su estrella, Sasha Belov, perdió el balón ante la presión de Doug Collins, entonces jugador de la Universidad de Illinois y ahora entrenador de Michael Jordan en el Washington Wizards. Collins fue víctima de una falta cuando quedaban tres segundos, anotó los dos tiros y le dio la primera ventaja a Estados Unidos: 50-49.

El árbitro principal, el brasileño Renato Ri-ghetto, notó un barullo en la mesa de anotadores y ordenó detener el juego. Faltaba un segundo. El técnico soviético, Kondrashkin, reclamaba que había pedido un tiempo tras el primer tiro. Pero, en la refriega, los jugadores soviéticos no acudieron a la banda para recibir instrucciones y los jueces de la mesa creyeron que el entrenador había anulado el tiempo muerto. A falta de un segundo, los soviéticos pusieron el balón en juego. Se acabó, pensaron los estadounidenses, que empezaron a celebrar el título.

Pero intervino en aquel momento el secretario general de la Federación Internacional (FIBA), el británico William Jones, que ordenó que volvieran a jugarse los tres últimos segundos, desde que el seleccionador soviético había pedido originalmente el tiempo muerto. Así se hizo. Fue tiempo suficiente para que Edeshko sacara de fondo con un pase largo que llegó a las manos de Belov -fallecido en 1978 en extrañas circunstancias- para que lograse la canasta del triunfo cuando concluía el tiempo. De nada sirvieron las protestas de los estadounidenses. Treinta años después, la espina sigue clavada.

Los soviéticos saltan de alegría tras su victoria sobre los estadounidenses en los Juegos Olímpicos de Múnich 72.
Los soviéticos saltan de alegría tras su victoria sobre los estadounidenses en los Juegos Olímpicos de Múnich 72.P. B.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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