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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Negocios

El buen profesional negociante debe tener un corazón de pepitas de oro pues, no puede manejar su negocio con miras a beneficiar a las personas a quienes podría ayudar de una manera indirecta, tiene que manejarlo con la frialdad del iceberg, estudiando la rentabilidad futura que le pueda producir sin contemplar otras circunstancias que le impidan esos previstos beneficios.

Sirva lo expuesto como preámbulo del hecho que me exaspera: La cadena Mercadona tiene un establecimiento en la avenida del Cardenal Benlloch, con entrada también por calle de la Amistat; es un local pequeño y al parecer no renta lo suficiente para continuar abierto al público, cuando dicha cadena tiene otro establecimiento más grande y recientemente reformado en la misma avenida. Por ello, el próximo día 17 del corriente mes se cerrará a pesar de que los vecinos de la zona, según he oído, han recogido firmas para evitarlo. De todos es sabido que cuando alguien se dedica a cualquier tipo de negocio no lo piensa como un asilo o una ONG, más bien lo plantea como una inmensa montaña de beneficios que están por venir, aunque pudieran rayar en la utopía, asemejándose a la creación de castillos en el aire ante unos resultados inciertos, por muchos estudios de mercado que se hagan. El negocio es el negocio y la fría y sorda ceguera se cierne sobre él; así no ve ni escucha la voz de los afectados que consideraban como una tienda de barrio suya al mini supermercado, pero no existe más fuerza que la de la economía, que como la materia, no se crea ni se destruye, tan sólo se transforma.

Pienso en la frustración que deben sentir los vecinos de la zona al considerarlos tan sólo como elementos de cambio, mercancías por dinero y nada más. Adiós a la cháchara del cliente-empleado, relación que también es, en muchos casos, pura terapia contra la soledad; adiós a la convivencia relativamente familiar que da un negocio pequeño como el caso del presente; adiós, adiós, adiós. Te alejas de nosotros como huyendo de la peste y con un cierto desprecio al no saber darte más beneficios. Que tengas más suerte en otros lares y aprende a sangrar el corazón para que te empapes del color de su sangre, si es que la tienes y no es amarilla.

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