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DANZA | CULTURA Y ESPECTÁCULOS
Columna
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Un cisne inspirado

La progresión de las bailarinas de ballet académico es siempre particular; algunas están dotadas naturalmente y otras son producto del tesón y del trabajo. Este último es el caso de la joven cubana Hayna Gutiérrez, que hizo su primer Lago de los cisnes madrileño anteayer en el teatro Albéniz.

El personaje Odette-Odille (especie de Dr. Jeckyll & Mr. Hyde, tal como apuntara ya Beaumont en los años treinta hablando de Markova y la primera producción completa de este ballet en Occidente) y su transformación progresiva es llevado por la joven Hayna a un curioso estadio de tensión dramática y credibilidad, muy original, con aportes propios y singulares, lo que ya es rarísimo en perfiles escénicos tan trillados y marcados por la tradición, y por el sello de las grandes figuras de antaño, la propia Alicia Alonso, entre otras, sin ir más lejos.

Si en el segundo acto como cisne blanco estuvo lírica, contenida y en un constante ruego apoyado por una técnica sensible y musical, en el tercero como cisne negro y encarnación del mal desplegó un seductor imán que no le impidió brillar en sus evoluciones hasta llevar a su terreno al príncipe Sigfrido, interpretado por un atento y esmerado Víctor Gilí.

Gutiérrez es un emocionante caso de algo que destacaba Plisétskaia hace años: 'El trabajo interior y el deseo de entregar un baile mejor es el mejor laurel para una bailarina'.

El Ballet Nacional de Cuba continúa presentándose en el Albéniz del 28 al 1 de septiembre con La cenicienta (sonre música de Strauss), y del 4 al 8 con el programa combinado La magia de la danza, en el que se podrán ver en fragmentos virtuosísticos a estas jóvenes promesas capaces ya de encandilar al público.

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