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El defensor del pueblo guatemalteco halla micrófonos en su despacho

La última prueba del retroceso al oscuro pasado de los años ochenta en Guatemala, cuando el militarismo acabó con las libertades más elementales, se dio ayer cuando el defensor del pueblo, Sergio Morales, descubrió micrófonos ocultos en su despacho. Meses atrás se dio el mismo caso en oficinas de la Fiscalía General de la Nación.

'Es un hecho lamentable que pone en peligro la seguridad y privacidad de las conversaciones que ocurren en la casa del defensor del pueblo', comentó Morales, quien asumió el cargo el pasado miércoles. Las agrupaciones de derechos humanos del país no tienen ninguna duda del origen del hecho, prohibido por la Constitución: el tenebroso Estado Mayor Presidencial, la sección del Ejército teóricamente encargada de velar por la seguridad del mandatario y de su familia, que ha degenerado en policía política y está acusada de crímenes como el asesinato del obispo Juan Gerardi, en abril de 1998.

No son hechos aislados. La víspera, el nuevo jefe de la Misión de las Naciones Unidas en Guatemala, Tom Koenigs, expresó su preocupación por lo que llamó 'el surgimiento de problemas propios de la época del conflicto armado', mientras denunciaba 'un deterioro palpable' en la situación de los derechos humanos en el país.

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