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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

LA ÓPERA HELIKON DE MOSCÚ LLEVA SU DESCARO A BERG Y OFFENBACH

Dmitri Bertman, el 'enfant terrible' de la escena rusa, ha volcado esta vez la heterodoxia que le ha llevado a la fama en 'Lulú' y 'Los cuentos de Hoffmann', que se presentan el 19 y el 20 en el Festival de Santander, y en Peralada, los días 23 y 24

Dmitri Bertman y su teatro Helikon Ópera triunfó el año pasado en Santander con Eugenio Oneguin, de Chaikovski, y Lady Macbeth del Distrito de Mtsensk, de Shostakóvich. Este verano, Bertman quiere repetir la hazaña con dos producciones más arriesgadas: Los cuentos de Hoffmann, de Jacques Offenbach, y Lulú, de Alban Berg, que tras presentarse el 19 y el 20 de agosto en el Festival de Santander también podrán verse el 23 y el 24 en el Festival de Peralada (Girona). Ambos montajes operísticos son innovadores, como todos los de Bertman.

Bertman es un fenómeno único en Rusia: con sólo 23 años fundó la compañía de ópera Helikon poco antes de que la Unión Soviética se desintegrara. Desde entonces ha estado revolucionando el panorama operístico de Rusia. El éxito no llegó de inmediato, sin embargo. Empezó con apenas una decena de entusiastas -cinco cantantes y otros tantos músicos- haciendo montajes de óperas de cámara prácticamente desconocidas en Rusia que atraían a muy pocos espectadores. Fue entonces cuando, para ganarse el favor del público, se le ocurrió adaptar las óperas del repertorio mundial -como Aida o La Traviata- al pequeño escenario del Helikon. Las nuevas soluciones propuestas por Bertman encantaron y su teatro es hoy uno de los más populares de Moscú.

Las puestas en escena contemporáneas del Helikon son un desafío al legendario teatro Bolshói, donde el tiempo avanza con dificultad y las nuevas ideas prácticamente no logran abrirse paso. En sus afanes de innovación, el ministro de Cultura ruso llegó a ofrecer el puesto de director del Bolshói a Bertman, pero éste se negó a abandonar su Helikon. El problema, según Bertman, es que el Bolshói 'es un dinosaurio, al que le tengo mucho cariño, pero está anquilosado con más de 2.500 trabajadores de por vida, por lo que allí no podría hacer lo que deseaba'. Y lo que él quiere es que la ópera en Rusia deje de ser un 'cementerio' y un género para una élite.

Los montajes escénicos de Bertman han provocado acaloradas polémicas en Rusia, y no sólo porque eran novedosos para el público moscovita -en su versión de La Traviata el principal elemento es una cama, y en su Dama de Picas la condesa hace su crucial aparición fantasmal con los senos desnudos-, sino también por cuestiones musicales de fondo. En el Helikon es práctica común presentar las óperas con arreglos propios, cortes de la partitura, nuevas orquestaciones e interpretaciones libres que no pocas veces traicionan el espíritu de la obra. Pero la verdad es que el iconoclasta Bertman siempre consigue cautivar al público con sus enérgicos y modernos espectáculos y ha logrado su principal objetivo: convertirse en una alternativa a las grandes compañías.

El Helikon, según su director, ha recorrido dos etapas en su historia: la primera se centraba en la estética de las rarezas, con óperas de cámara, y la segunda abordando los clásicos, con las grandes obras del repertorio con montajes modernos. Ahora, señala Bertman, empieza una tercera etapa con la presentación de Lulú.

'Ya estamos en el siglo XXI, pero en Rusia no se conoce la ópera del siglo XX. Es este vacío el que quiero llenar ahora, y por eso he puesto en escena Lulú, explica Bertman, que reconoce haber tenido muchas dificultades con los cantantes cuando decidió montar esta ópera. La música dodecafónica les pareció demasiado complicada en un principio, por lo que hubo un auténtico 'sabotaje' por parte de miembros de la compañía. Pero Bertman convenció a los cantantes de que había que apostar por la modernidad, arriesgarse y explorar nuevos mundos musicales. El dodecafonismo, considerado 'arte burgués' en la Unión Soviética, estuvo prácticamente prohibido durante muchos años, lo que en parte explica el marcado tradicionalismo del gusto musical del público ruso.

A diferencia de Lulú, Los cuentos de Hoffmann no es una producción nueva. Estrenada en 1998 en Moscú, al año siguiente fue calurosamente aplaudida en Montpellier (Francia) tanto por el público como por la crítica. 'El artista es una trinidad, compuesta por su diablo, su musa y él mismo; el genio del mal y del bien no pueden dejar de desearse y de herirse en una relación de amor-odio indestructible, donde nace el sufrimiento creador', dice Bertman de esta obra que se ambienta en un club de strip-tease.

Cuando Bertmann decidió llevar a París sus montajes de Carmen, de Bizet, y Los cuentos de Hoffmann, un crítico le preguntó si era razonable debutar en la capital francesa con dos de las más conocidas óperas por el público parisiense. La respuesta, que también es válida para las dos producciones que trae a España, fue: 'En Moscú reafirmé mi diferencia con el repertorio ruso; ahora quiero hacer la misma cosa aquí'.

Un momento del montaje de <i>Lulú,</i> de Alban Berg, dirigido por Dmitri Bertman para la Ópera Helikon de Moscú.
Un momento del montaje de Lulú, de Alban Berg, dirigido por Dmitri Bertman para la Ópera Helikon de Moscú.

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