Preguntas sin respuestas

¿Cómo buscarle sentido a la locura? ¿Cómo pueden unos padres, ante la pérdida de un hijo, aprender a vivir? ¿Cómo vivir si lo que se quiere es morir? ¿Cómo poder respirar cuando falta el aire? ¿Cómo ver un rayo de luz si nos envuelve la oscuridad? ¿Cómo divisar un horizonte lejano si lo corta la sinrazón? ¿Por qué hacernos vivir estos sentimientos a la fuerza? ¿Por qué los corazones fríos no entienden del sufrimiento ajeno? ¿Por qué carecen del calor que da el amor entre padres, hijos, hermanos o amigos? ¿En qué mundo viven si no sienten respeto hacia los que no compartimos sus llamadas, por ellos, ideas? ¿Por qué no comprenden que la imposición provoca el efecto contrario? ¿Por qué intentan sembrar el terror en nuestras vidas si lo único que cabe es la esperanza? ¿Por qué?

No encuentro respuesta al sinsentido, a la desesperanza, al odio, a la intolerancia. Sólo sé que a mi vida ha llegado un dolor helador, un sufrimiento cortante y constante. Sí, lo sé; pero también sé que tengo que evitar que ese vacío se convierta en una trampa para mi alma que me impida seguir caminando, aunque sea con un paso más lento, cayéndome y volviendo a levantarme.

Para quienes esto les resulte desconocido, les diré que hay algo que nunca jamás pueden arrebatar a nadie: el recuerdo; sí, motivo suficiente para que nuestros seres queridos permanezcan vivos en nuestra memoria y nos ayuden a seguir viviendo.