La multa
Aún me escuece la multa que pagué por hablar con el móvil. Ocurrió hace unos meses cuando todavía no había demasiada conciencia del riesgo que supone hacerlo mientras conduces ni parecía que los guardias estaban tan duros. Lo cierto es que quise aprovechar la parada en un semáforo de la Gran Vía para rematar un asunto y me cascaron noventa euros de vellón. No quise recurrir ni contar una batalla porque, además de entender que lo tenía bien merecido, milito en el convencimiento pleno de que llevar el teléfono en una mano y el volante en la otra es una burrada notable.
Los últimos datos en este sentido son sencillamente escalofriantes. Tres de cada diez accidentes de tráfico ocurridos en las calles de Madrid tuvieron lugar por un despiste del conductor mientras hablaba a través del móvil. La cifra es aún mas escandalosa en las carreteras de la región. Según la Dirección general de Tráfico en el cuarenta por ciento de los siniestros que se produjeron el año pasado el conductor estaba usando el celular. Con estadísticas así, me parece mas que justificable el que los agentes de la circulación persigan con ahínco a los infractores. Considero sin embargo que hay matices importantes en la forma en que se incumple la norma. La nueva Ley de Seguridad Vial aplica el mismo trato represor a la acción de conducir sujetando el móvil que a la de utilizar un auricular conectado al aparato. Es evidente que la situación de riesgo la provoca el inutilizar una de las dos manos y condicionar el movimiento de la cabeza, no el mantener una comunicación.
El uso del auricular elimina ambas limitaciones dando una prestación muy similar a la que ofertan los llamados dispositivos sin manos a los que la ley no pone el menor inconveniente. En este tipo de sistemas,salvo los más sofisticados que cuentan con elementos reconocedores de voz, el único riesgo se produce durante el tiempo que se emplea en marcar los números. Según cálculos realizados por especialistas, un vehículo que circule a 120 kilómetros hora habrá recorrido durante esa operación unos quinientos metros empleando un aparato sin manos y tan sólo unos sesenta metros más si el número se marca en un móvil normal. La diferencia, como ven, es mínima. Otra cosa muy distinta es utilizar un kit de manos libres con elementos identificadores de voz. En este caso, el riesgo se reduce radicalmente, no yendo mas allá del que comporta el mantener una conversación con otro pasajero. El problema de estos sistemas es que no son demasiado precisos y resultan bastante más caros que los sencillos. De momento, los fabricantes de automóviles lo que van incorporando paulatinamente a sus modelos de gama alta es la preinstalación de teléfono para que luego el usuario ponga el tipo de aparato que quiera. Con el espectacular incremento que han registrado las sanciones a causa de los móviles, no cabe la menor duda de que los sistemas de manos libres serán elementos muy preciados para quienes deciden adquirir un coche nuevo.
En la estadística sobre infracciones hay un par de aspectos importantes que merece la pena tener en cuenta. El primero habla en favor de las mujeres, porque ellas solo acumulan el cinco por ciento de las multas impuestas. En cambio, casi el cincuenta por ciento de los multados son profesionales del volante, sobre todo transportistas. A priori, y con esos datos a la vista, podría deducirse que la telefonía móvil no ha hecho sino introducir elementos negativos a la circulación, cuando no es del todo cierto. Independientemente de la tranquilidad que proporciona el poder comunicarte en cualquier momento si sufres cualquier percance, el móvil, utilizándolo correctamente, es un magnífico aliado contra el sueño.
Más de un conductor solitario ha logrado mantenerse espabilado conversando con algún familiar o amigo. Personalmente , y por si a la autoridad competente le sirve de algo, les diré que después de la multa no he vuelto a pecar. No al menos en la forma en que lo hice entonces. Debo confesar, en cambio, que utilizando el llamado pinganillo vulneré el precepto en casos muy excepcionales. Aunque la penitencia sea la misma, los técnicos lo consideran un pecado venial. Habrá que confiar en la justicia divina.
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