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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Una voz del medio siglo

En el entorno de la revista Laye, núcleo de la 'escuela de Barcelona', Lorenzo Gomis (Barcelona, 1924) fue uno de los autores que contribuyó a romper la cerrazón crustácea de la poesía española, aprisionada entre los restos garcilasistas y la exasperación de los 'hijos de la ira', esta última en proceso de reconversión hacia el socialrealismo. El que, pese a ello, no sea un autor muy tenido en cuenta se debe tanto a la discontinuidad de su obra y al desdén con que él mismo la ha tratado ('publico libros de versos cuando me piden uno', escribe en un Epílogo que cierra este volumen) como al carácter objetivamente lateral de su poesía respecto a sus tareas periodísticas en El Ciervo, revista creada por él hace más de medio siglo, y en prestigiosos diarios.

POESÍA COMPLETA EN CASTELLANO

Lorenzo Gomis Universidad Popular José Hierro. San Sebastián de los Reyes (Madrid), 2002 544 páginas. 20 euros

El caballo, libro con que se dio a conocer en 1951, venía avalado por el Premio Adonais, que en esa década iría descubriendo, un año tras otro, a importantes autores de los cincuenta. Evidenciada una cierta dispersión estética, sus poemas convergían en una visión plácida del mundo, que en algunos aspectos remite a la simplicidad ingenua del también poeta católico Francis Jammes ('las casas, las colinas, / los campos, la iglesia, el trenecito allá lejos: / cinco notas perezosas y mágicas del piano del mundo'), y cuyos apuntes imaginísticos recuerdan las metáforas infantiles o juguetonas, los paralelismos fónicos y las asociaciones semánticas libres del Lorca de Canciones.

Si dejamos a un lado el cua

derno El hombre de la aguja en el pajar (1966), publicado quince años después de su primer título, desde su bautismo editorial hasta Oficios y maleficios (1971) median cuatro lustros. Oficios y maleficios muestra una inflexión en la obra de Gomis, pues junto a los aspectos conocidos se despliegan otros antes sólo en agraz, como el didactismo, las pautas rítmicas y los juegos de rimas, ripios y sonsonetes. La edición en 1978 de Poesía 1950-1975 supuso la recolección de sus títulos publicados hasta entonces, a los que añadió Los restos de Ampurias, sonetario que incluye poetizaciones de reflexiones y acontecimientos cotidianos, banales o anecdóticos, un poco al modo de Rosario de sonetos líricos, de Unamuno, cuando no de su Cancionero. Las mismas formas dominan en su libro en catalán Sons i sonets, de 1984 (y no sé si en Déu vos guard i passi-ho bé, de 1989, que no he llegado a ver).

Todavía en 1991 dio a las prensas su Libro de Adán y Eva, un curioso conjunto de poemas sobre la base de la historia bíblica, escritos en la cuaderna vía usada por los poetas medievales del mester de clerecía. En esta Poesía completa en castellano incorpora Gomis dos libros inéditos: Jonás, comidilla de ángeles y El bostezo del león. El primero es un curioso diálogo entre los cantos en octavas reales del Jonás bíblico, y los arpegios angélicos construidos en liras. El segundo es un ejercicio heterogéneo, donde conviven los versos libres con las estrofas clásicas, y donde se recuperan ciertos emblemas de su primer libro, la naïveté entre infantil y postista, los motivos de los bestiarios con aire de fábula, la disposición alegórica.

Contemplada en su conjun

to, la poesía de Lorenzo Gomis se acerca a la de muchos compañeros generacionales no tanto por el uso de la ironía como por la deflación retórica y la huida de la emotividad dulzona, y se aparta de la mayoría de ellos por su religiosidad y su sentido providencialista del mundo. Su discurso, en general narrativo, adolece en ocasiones de circunstancialidad temática y de laxitud en la expresión. Cuando utiliza una métrica más encorsetada, son frecuentes la matraca y los soniquetes de la rima, los automatismos del compás, los juegos fónicos cercanos a la glosolalia, como si en tales composiciones se hubiese aplicado el aristón o máquina de cantar de Juan de Mairena -lo dice Pere Gimferrer en su prólogo, reproducción del que puso al frente de la recopilación de 1978-, después de todo no muy lejos de la rima generatrice de Carducci, a la que apelaba Unamuno para respaldar la arbitrariedad de sus conexiones verbales, y puede que, inconfesadamente, también para justificar sus torpezas melódicas. Lorenzo Gomis trata de exorcizar la murga y la fanfarria de las rimas concurrentes, según Pere Gimferrer, mediante 'la descarada y provocativa insistencia en las rimas maquinales, en el ripio, en los idiotismos verbales'; pero la explicación recuerda a la de aquel ciudadano que, horrorizado por la fealdad de la torre Eiffel, se pasaba los días subido a ella porque, según comentaba, era el único lugar de París desde donde no se la veía.

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