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Tinto de verano | GENTE
Columna
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Los otros

Elvira Lindo

A todo esto, yo no tengo ni idea de dónde anda Bicoca. Sé que en septiembre recalará en El Escorial, en el Esco, donde tienen la finca los Del Fresno de toda la vida, y donde Bicoca tiene previsto albergar a varios camaradas que vienen para la boda de la niña. Pero hasta que llegue tan señalada fecha, Bicoca está missing. Eso sí, me ha llegado una postal que dice, hola, Viruca, me estoy dando un estironcito (ya sabes). Espero que estés sobrellevando bien este mes tan difícil para ti. Llegará el día en que te canses de esa generosidad estéril que tienes con él y te dediques un poco a ti. Yo, genial. Me he quitado diez años, cinco en cada pata (de gallo). Si te decides, te hacen precio. Y para lo de las cartucheras que me comentaste, también. A ver si el año que viene. Bueno, cari, al menos, un consejo de amiga: no te abandones. Tu Bico.

Lo único que nos ha pasado fuerte, fuerte, es que se nos cayeron las Torres Gemelas

Bicoca dice que no me abandone porque me conoce. Es que yo aquí en el campo, como no veo a nadie, paso. Bueno, veo a Evelio, pero ya ves, y veo a mi santo, pero no me voy a arreglar para sentarme delante del manzano. Sería de tontos. Total, que me entra una desgana. Me dejo de dar el tinte, que me salen unas canas que parezco una escritora de culto, y hasta se me olvida depilarme, y mira que yo para eso soy regular. Mi depiladora de Madrid (Paqui) dice que cuando paso un mes sin ir ya me tiene cogida la hora. Pero aquí ya ves, sin Paqui. Sin nadie. Bueno, me quito el bigotillo, eso sí, tampoco es cuestión de que nos empiecen a llamar en el pueblo Hernández y Fernández. Además, a mi santo, el estilo Patti Smith, como que no.

Así que cuando nos invita algún vecino a cenar, para mí, al menos, supone un acicate. Me maqueo, me pinto el ojo y me pongo pendientes (se me están cerrando hasta los agujeros de las orejas), y además, está el aliciente de ver a mi santo sin la mochila de fumigación en la espalda. A veces tengo la impresión de que los vecinos nos invitan con demasiadas expectativas, piensan que somos gente de mundo y que les vamos a contar chascarrillos. No saben que a nosotros lo único que nos ha pasado en la vida, así fuerte, fuerte, es que se nos cayeron las Torres Gemelas. Hombre, no es moco de pavo, pero nos sacan de eso y ya no sabemos por dónde seguir. Ni sabemos cantar, ni los políticos nos invitan a su mesa, ni tenemos amigos famosos. Y encima, no somos lo que se dice graciosos, graciosos. Cuando acabamos de cenar mi santo empieza a hacerme gestos para que nos vayamos. Si me tiene cerca me da pataditas debajo de la mesa. Un día calculó mal y le empezó a dar en el pie a otra mujer y hubo un follón (pero eso lo cuento otro día). El caso es que los vecinos siempre nos hablan de un matrimonio supersimpático que vivía antes en esta casa antes de que nosotros la compráramos. Les llaman los Otros. Cuentan anécdotas de los Otros y se mean de risa. Al parecer, ella tenía una gracia loca y en carnavales se disfrazaba de mejillón y él hacía bromas mandando anónimos con denuncias falsas y tal. Nuestros vecinos hablan y hablan sobre aquella pareja y luego se quedan callados y suspiran y nos miran a nosotros. A mí no me importaría vestirme de mejillón por agradar, pero mi santo se niega. Dice que empiezas vistiéndote de mejillón y acabas yendo al Rocío. Ojalá mi santo hubiera salido a mi suegro: ése tiene un salero. A mi suegro no se le cae la casa encima, tanto es así, que cada vez que hacen una encuesta en Telepuerto (de El Puerto de Santa María, donde vive), sale mi suegro, y en la careta del programa local de Telepuerto sale mi suegro. Y mi suegro, si va a tu casa, por ejemplo, y le pones dos vinos y le cantas un pasodoble es que se le van los pies. Tú a mi suegro le dices que se vista de mejillón y se te viste. Yo, de verdad, sería una mujer animadísima (como la del mejillón), pero tengo un santo que no me secunda.

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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