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Semana Grande
Columna
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Fuegos estratégicos

En los días previos a la Semana Grande, la ciudad se ha ido llenando de unos visitantes tan raros que tenían predilección por las farolas. Se cruzaba uno con ellos y siempre seguían ahí faroleando como si vinieran de Bilbao. Pero no venían de allí ni de ningún sitio. Se trataba de ciudadanos donostiarras aunque virtuales. Porque no hace falta nacer en Internet para ser virtual. Eran, como quien dice, convidados de piedra sólo que de plástico y no es que tuvieran la querencia de los perros por las farolas, sino que estaban atados a ellas como en su día estuvo el propio San Sebastián a una columna, claro que en vez de flechas en el cuerpo llevan clavados mensajes, no en vano forman parte de la última campaña del Ayuntamiento titulada Plan Estrategikoa que no tiene que recurrir a lo bilingüe por estar escrito en un euskera universal, al menos en el título.

Lo mismo se puede decir del contenido, ya que late en él ese fondo propio del género humano que suele encarnar Paulo Coelho y que resume la declaración de intenciones: 'Sin hacernos las preguntas difícilmente hallaremos las soluciones'. Es el privilegio de las ciudades no sólo hermosas, sino con vocación cosmopolita, de ahí que parezca que por la boca de su alcalde habla un lama con su túnica azafrán y todo. Porque, hay que reconocerlo, detrás de los mensajes de la campaña que intenta captar la opinión del ciudadano a fin de imaginar la Donosti por lo menos del cuarto milenio, por lo menos han colaborado sabios tibetanos, doctores sufíes e incluso el mismísimo don Juan de Castaneda con sus enseñanzas, a tenor del tufillo esotérico que exhalan las consignas: 'Un hogar es algo más que una casa', 'la ciudad es arte por sí misma', '¿cuál será nuestro lugar en el mapa?'

Si tendrá esoterismo la cosa que a eso de las once menos veinte, los recortables del Estrategikoa se pusieron en marcha para contemplar la primera colección de fuegos y, pese al retraso con que comenzó, disfrutaron recogiendo en su cutis de plexiglás y cuatricromía el estallido floral de las bombas japonesas, el silbido de los espermatozoides incandescentes y el redoble estrepitoso de cohetes y cohetones. Al regresar se les veía lamer la mar de satisfechos sus helados antes de atarse a profesionalmente a las farolas porque para eso están. Uno de los más pitagorines ha dicho con fogosidad de político y cara ya de folleto: 'Hay que seguir haciendo ciudad sobre la ciudad existente'.

A nada que el plan salga bien, el Estrategikoa, lo mismo les ponemos unas células madre y los clonamos para paliar el deficit demográfico de la ciudad puesto que el desplegable que lo prepara ya reconoce que 'Donostia envejece a ritmo trepidante', o sea temblón, que eso quiere decir el adjetivo y que, convendrán conmigo, cuadra mejor que si hubiera dicho vertiginoso, ¿cómo se va a envejecer con velocidad si hasta unos descubridores australianos han dicho que la propia luz ha envejecido y va más lenta? Pues bien, Odón y sus muchachos ya están trabajando denodada y estratégicamente para que la Donosti del mañana pueda contar dentro de su plan con un alumbrado de luz joven, aquella del principio del Big Bang cuya velocidad era infinita, a fin de que aunque seamos pocos parezcamos más y antes de ir ya volvamos. Aunque sea a los fuegos. Porque el futuro no lo paran ni las fiestas.

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