La cuestión saharaui
En relación a los artículos publicados por Jordi Solé Tura el 29 de julio y Mario Vargas Llosa el 4 de agosto sobre el contencioso del Sáhara Occidental, he de manifestar mi desacuerdo, en particular con el segundo. Con la excusa de que, aunque su causa sea justa, el Polisario no puede ganar la guerra, se propugna un cambio de posición en la política española para buscar una solución que, aunque no sea justa, sea posible, y se recomienda a los saharauis conformarse con el mal menor. En suma, renunciar al derecho de autodeterminación que le reconoció la ONU, renunciar al referéndum que en su día aceptó Marruecos y aceptar la soberanía marroquí con una vaga promesa de autonomía. Me gustaría saber qué dirían estos ilustres articulistas ante este razonamiento: ya que el Estado español no puede acabar con ETA, y ETA no puede doblegar al Estado, lo mejor sería olvidarse de la justicia y buscar una solución posible; por ejemplo, una negociación entre ambos donde ambos cedieran algo en sus posiciones. Esta inadmisible posición es la que ha planteado muchas veces ETA para exigir negociación. Creo que fue Kissinger el que dijo que en política exterior no se pueden aplicar los mismos criterios morales que el ámbito interno de un país. Parece que la doctrina sigue teniendo aplicación y en el ámbito internacional se puede hacer uso de un cinismo que nos guardamos muy mucho de aplicar en casa.
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