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Reportaje:

Deudas privadas, problemas públicos

El alto endeudamiento de las empresas se convierte en una amenaza para la estabilidad en América Latina

Fernando Gualdoni

Los 30.000 millones de dólares que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ha dado a Brasil es uno de los mayores préstamos que ha hecho el organismo en su historia. El Tesoro de EE UU, a cuenta del FMI, y el propio Fondo otorgaron préstamos a Uruguay (1.500 millones de dólares) y Brasil para atajar una nueva crisis de deuda de la región, que amenaza con reproducir la que se vivió a principios de los ochenta y tras la que cambió toda la orientación de las políticas macroeconómicas latinoamericanas. Los países pasaron, en mayor o menor medida, de políticas cerradas al mercado abierto y las privatizaciones. El más ortodoxo en esa nueva orientación fue Argentina.

'En términos macroeconómicos, la situación es hoy distinta a la de hace 20 años, cuando los tipos de interés en EE UU eran mucho más altos y la inflación, también', explica Karim Abdel-Motaal, de Morgan Stanley. 'El riesgo hoy no pasa por la deuda pública de los países, sino por la privada, la de las empresas. El riesgo hoy es la burbuja financiera. Ésta puede provocar una nueva crisis de deuda en la región', añade. El ministro de Hacienda brasileño, Pedro Malan, explicó hace poco más de un mes que la deuda del sector privado representaba casi la mitad de los 180.000 millones de dólares que debe Brasil. Chile y Brasil están entre los países suramericanos con las mayores deudas privadas en relación al total.

Las compañías, para obtener financiación, han tenido que ofrecer más rentabilidad
Si los mercados no cambian de actitud respecto a la región, muchos países sufrirán
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Las empresas, tanto las privatizadas completamente como las que aún están participadas por el Estado, se han volcado en la última década más que nunca a la búsqueda de financiación en el mercado internacional a través de la emisión de títulos, bonos de deuda y créditos.

Uno de los casos para ejemplificar el cambio con respecto a los ochenta es el de Repsol YPF. El ex monopolio estatal petrolero argentino, al ser comprado por Repsol dejó de depender de la ayuda estatal y, como cualquier otra empresa, debió buscar financiación en el mercado externo. La intención del Gobierno argentino, a principios de este año, de limitar la disponibilidad de los ingresos por ventas petroleras al exterior, en dólares, puso en serios aprietos a la compañía.

Con una moneda local devaluada y sin poder disponer de dólares, la petrolera lo tenía difícil para responder a sus compromisos en moneda estadounidense e incluso para negociar u obtener nuevos créditos. Por ello, la decisión del Gobierno del presidente Duhalde de permitir a Repsol YPF disponer del 70% de esos ingresos supuso un tremendo alivio para la empresa. De hecho, el día que se anunció la decisión, las acciones de la petrolera subieron un 11% en Bolsa.

La devaluación de las monedas latinoamericanas y las caídas bursátiles en lo que va de año añadieron más presión sobre todas las empresas del sector. De entre las 10 monedas que más han perdido valor frente al dólar en lo que va de año seis son latinoamericanas. El peso argentino cayó un 72%, el bolívar venezolano, 44%; el peso uruguayo, 40%; el real brasileño, 27%; el peso colombiano, 15%, y el peso mexicano, 6%.

Recientemente, la firma brasileña Economática, especializada en estudios de mercado, señaló que el valor de mercado de las 620 empresas que cotizan en las bolsas latinoamericanas se había reducido en 116.500 millones de euros desde enero, un 27,3%, hasta un total de 309.000 millones de euros. El conjunto de estas empresas, a 1 de agosto, valían menos que la estadounidense General Electric.

Otra de las consecuencias del denominado 'incremento de la aversión al riesgo' por parte de los inversores ha sido la disminución del flujo de capital hacia las empresas. La Comisión Económica para América Latina (Cepal) informó de que la inversión había caído un 10% en 2001 y que la tendencia es aún más negativa para este año, sobre todo tras las crisis argentina y brasileña.

Huida de inversores

La inversión literalmente ha huido de los mercados latinoamericanos, y las compañías, para obtener financiación, han tenido que ofrecer una mayor rentabilidad, en muchos casos disparatada, para atraer un poco de capital. Esta vía de obtener recursos ha aumentado aún más el endeudamiento del sector privado.

El efecto más buscado por la asistencia del FMI a Brasil ha sido el de calmar a los mercados. El anuncio del crédito inmediatamente revalorizó el real frente al dólar, rebajó la rentabilidad que el mercado exige para adquirir bonos de deuda pública y privada y permitió a la Bolsa de São Paulo recuperar algo de las pérdidas acumuladas en lo que va de año, que aún suman más de un 40%. 'La ayuda financiera del FMI estabilizará la situación a corto plazo, pero la única garantía de estabilidad es el compromiso real del Gobierno de Brasil, el actual y el próximo, con sus políticas macroeconómicas', afirma Abdel-Motaal.

'Si los mercados no cambian su actitud respecto a América del Sur, muchos países sufrirán', comenta Ted Truman, del Instituto de Economía Internacional de Washington. 'Me temo que el mensaje de ayuda de EE UU, a pesar de ser claro, ha llegado tarde a los mercados'. El FMI, en principio, no quería dar a Brasil lo que pedía: entre 10.000 y 20.000 millones de dólares y el aplazamiento de vencimientos para este año por 11.000 millones. El Fondo dejó entrever que sólo permitiría al país postergar los pagos y que le daría un crédito no mayor de 5.000 millones.

El Fondo era reacio a dar una amplia ayuda financiera a Brasil sin la promesa expresa del centroizquierdista Ciro Gomes, que actualmente encabeza las encuestas, o el izquierdista Lula da Silva, de que mantendrían las políticas económicas del actual Gobierno. Los candidatos, a su vez, no querían hacer esta promesa antes de las elecciones de octubre por temor a perder votos.

Sin embargo, ni La Administración de Bush ni el FMI con Horst Khöler al frente, querían tener entre manos una suspensión de pagos generalizada en toda la región. Y ésta es la principal razón, según los expertos consultados, de la concesión del crédito y de que éste fuera significativo. Una muestra tibia de apoyo no hubiese servido para devolver un mínimo de confianza a los inversores.

El respaldo a Brasil no supone que Argentina recibirá inmediatamente la ayuda financiera del organismo multilateral. Goldman Sachs, en su informe diario del 8 de agosto, dice que 'no hay indicios de que se acelerará el acuerdo entre el FMI y Argentina y que hay muchas dudas de que el Gobierno argentino logre cumplir con los requisitos del FMI a corto plazo. El acuerdo aún está lejos', concluye el informe. La mayoría de los analistas consultados creen que la asistencia a Argentina llegará, pero ninguno la ve prioritaria para la estabilidad regional.

Contagio limitado

'Una diferencia respecto a crisis anteriores es que los inversores ven bastante más a los países emergentes individualmente que a todos como un solo bloque', sostiene Lucas Vigier, de Analistas Financieros Internacionales. 'La crisis argentina realmente se ha contagiado sólo a los países satélites, como Uruguay', añade. Los problemas de Brasil no estallaron inmediatamente después de la suspensión de pagos de deuda de Argentina, sino cuando se comenzó a vislumbrar que el candidato de izquierda Lula da Silva tenía muchas posibilidades de ganar las elecciones generales de octubre.

La crisis de Venezuela se produjo tras la pérdida del control del país por parte de presidente Hugo Chávez, y la de Perú, después de las fuertes protestas contra la privatización de una compañía eléctrica en Arequipa, que dio origen al mayor levantamiento en masa del país de los últimos cinco años. 'En cada uno de estos países hubo un primer efecto contagio', dice Vigier, 'pero éste se ha disipado de aquellos países con bases económicas sólidas'.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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