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Entrevista:CÉSAR PONCE DE LEÓN | Barítono y restaurador

'He actuado con los mejores: Gobbi, Di Stéfano, la Callas y Caballé'

César Ponce de León nació en Buenos Aires. A los 17 años ya cantaba tangos con una orquesta en su ciudad natal. Después, para él sólo existió la ópera. Ahora, en su restaurante L'Escala (teléfono 96 649 32 50), en Benitatxell (Alicante), se atreve a recordar sus mejores momentos después de la cena, cuando está inspirado y sus clientes le instan a comprobar que aquella voz no se ha perdido.

Pregunta. ¿Por qué abandonó, en plena juventud, Argentina, y se consagró a la ópera, perdiendo una situación profesional que se consolidaba?

Respuesta. Me presenté a un premio de canto, el Santa Cecilia, que yo pensaba que era en metálico y que resultó consistir en una beca de cinco años para estudiar ópera en la Academia de Santa Cecilia, en Italia. Era el año 57, y me lancé a la aventura, también pensando abandonar el peronismo, actitud política que lo envolvía todo en aquellos momentos.

P. ¿Deduzco que no era usted partidario del populismo?

R. Me asombraba cuando Evita Perón, vestida de Chanel y recubierta de joyas, se asomaba al balcón presidencial y gritaba a los argentinos con voz vibrante: '¡Soy pobre, como vosotros, soy una más de todos vosotros!'. Y me asombro ahora recordando las historias que cuentan de cuando Juan Domingo Perón vivía en Madrid con su segunda esposa, Isabelita. Parece que cuando llegaban visitas de postín, sacaban el cuerpo incorrupto de Evita, que conservaban momificado, y vestida de calle. Lo iban peinando para dar la impresión de que aún vivía.

P. Fue usted a Italia en 1957. ¿Cuándo volvió a Argentina?

R. Tardé casi 25 años, toda mi carrera transcurrió en Italia. Después de los estudios empecé a cantar en todos los teatros del país, los más importantes, y junto con los mejores cantantes de la época. Compartí cartel en el Teatro di San Carlo, representando Carmen con Mario del Mónaco, que hacía de Don José. Yo como barítono hacía el Escamillo. Bien es verdad que Mario cobraba en esos años, alrededor del 62, 1.500.000 liras por actuación y yo sólo 150.000, pero él era en aquellos momentos el más grande.

P. ¿Entonces, el capote de paseo que guarda en su altillo del restaurante, corresponde a una de esas funciones?

R. No, esa capa tiene una historia más larga. Me la regaló una cantante, Adela Besançon, que a su vez la había recibido como regalo de Juan Belmonte, con el que tenía algo más que amistad, y que se la entregó en una corrida que ella fue a presenciar. Por cierto, que de esa cantante existe una anécdota muy conocida. Parece que cuando representaba Carmen, quería darle la mayor sensualidad, y se vestía para la actuación sin ropa interior, por lo que en los bailes que realizaba, al hacer los giros, el público masculino de las primeras filas se enfervorizaba y tiraba monedas de oro al escenario. Durante la función nadie hacía un gesto para recogerlas, pero después de los aplausos y cuando se corría definitivamente el telón, la madre, armada con un palo, mandaba quedarse quietos a todos los actuantes hasta que ella hubiese recogido las monedas arrojadas.

P. ¿Compartió escenario con lo más granado de la profesión?

R. He actuado con los mejores: Gobbi, Di Stéfano, la Callas y Caballé.

P. ¿Con qué autores se siente más cómodo?

R. Sobre todo, con el Mozart más italiano, también con Verdi. Y con otros contemporáneos como Kurt Weil o Luigi Nono, del que efectué la primera audición de España en el corazón.

P. Es usted barítono, ¿considera esa voz adecuada para cantar tangos?

R. La considero la única posible. Gardel, que sin duda es el mejor en ese campo, era barítono.

P. ¿Cómo se le ocurrió cambiar los escenarios por un restaurante?

R. Es difícil mantenerse a gran nivel como cantante a medida que pasan los años. En el 75 cambié de profesión cuando me nombraron director cultural de la embajada argentina en Roma. Hice un viaje a España, que no conocía, y me encandilé por una casa de pescadores abandonada en Calpe, la cual convertí en el restaurante El Santo, de tapas y carnes con cierto aire argentino. Lo traspasé antes de comprar éste y creo que aún funciona muy bien.

P. ¿En su restaurante, le preocupa más la comida que la música?

R. Sin duda, aquí se viene a comer, sólo ocasionalmente canto.

P. Usted mantiene una gran voz. ¿No parece contradictorio con el ambiente cargado, el humo, y las largas veladas?

R. Nunca perjudicaron mi voz el humo ni el alcohol. Eso depende de naturalezas, y la mía creo que se reconforta con estas agresiones.

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