Los bailarines búlgaros ofrecen versiones poco ortodoxas de grandes ballets clásicos
Los solistas de la Ópera Nacional de Sofia ofrecieron anteayer, en el Cuartel del Conde Duque, de Madrid, un concierto modesto que revela metafóricamente la encrucijada en que se encuentran hoy los países ex comunistas del Este europeo.
El repertorio clásico depende en ellos de la herencia ruso-soviética, y ahora lo transmiten manipulado y, en cierta medida, desvirtuando sus esencias estilísticas. Es lo que les ha quedado. La calidad formativa de los bailarines también acusa esa crisis, siendo irregulares en la manera de facturar tan difíciles coreografias. La bayadera, El Quijote, El Cisne Negro y Cascanueces son probablemente el conjunto de pasos a dos más comprometidos y de mayor empaque académico. También sus lecturas sufren sintetizaciones 'a la búlgara' poco ortodoxas, y eso no beneficia a la presentación.
Por otra parte, la idea de hacer una versión libre de una coreografía de un autor vivo como es la Carmen (Bizet/Schedrin) de Alberto Alonso, resulta poco afortunada, pero no hay a quién responsabilizar, pues el programa de mano apenas da créditos exactos de las autorías.
Los bailarines Darina Bedeva y Alexander Alexandrov, en La Sylphide (Bournonville), fueron los más inspirados, aun tomándose libertades coréuticas, junto a algunos momentos firmes de Vesa Tonova en su tímida bayadera.
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