'Los museos banalizan el arte contemporáneo'
Del taller de los López, Antonio y Julio, ha salido una estatua del Rey y la Reina que amenaza con convertirse en emblema hiperbólico de la admiración que Valladolid siente hacia la familia real. En el claustro del antiguo monasterio de San Benito, actual sede de la colección de Arte Contemporáneo Español, esta 'no-escultura' aparece como un fragmento añadido del que muy poca gente quiere hablar si no es para hacer notar la poca idoneidad de su enclave. Como todo en la vida, la obra de los López constituye una metáfora general del arte, donde todo parece sugerir todo. Dicen las buenas y malas lenguas que alguien aconsejó a María Jesús Abad, directora del museo, que colocase frente a este milagro de interioridad 'real' un monitor de televisión, para que produjese un efecto parecido al de una instalación de Nam June Paik; o que multiplicase la poco augusta estatua por cientos y que éstas acabaran como pisapapeles, a la manera de los gadgets que se venden en las tiendas de los museos. María Jesús Abad (Zaragoza, 1959) sonríe con atinada distancia; le parece que todas esas invenciones sin malicia le niegan una perspectiva clara al espectador que visita el Patio Herreriano. Al final, uno se queda con que la imagen en bronce de los Reyes, contemplada en este contexto, puede resultar un placer escandaloso para el visitante propenso a la desmesura, una característica, por otra parte, extraña en esta tierra castellana.
El nuevo Museo de Arte Contemporáneo Español de Valladolid, inaugurado el pasado mes de abril, se creó a partir de la colaboración entre el Ayuntamiento de la ciudad y la Asociación Arte Contemporánero, una institución privada formada por 23 empresas que desde 1987 ha ido sumando a su colección hasta 850 obras bajo la supervisión de Valeriano Bozal, Simón Marchán, Antonio Bonet Correa y Julián Gállego. Su claustro (XVI), con evidentes influencias del más puro renacimiento italiano, obra de Juan de Ribero -discípulo de Juan de Herrera-, es la sede actual del museo, que consta de 11 salas de exposición. La colección recorre la historia del arte español, desde 1918 hasta la actualidad. Uno de los fondos más importantes es el que lleva el nombre de Ángel Ferrant (34 esculturas, 400 dibujos y un amplio fondo documental); Cristófol, Guerrero, Millares, Oteiza, Schlosser, Sempere, Tàpies, Esteban Vicente, Brossa, Genovés,Wifredo Lam, Gordillo, Cuixart, Canogar, Cristina Iglesias y Jordi Colomer son algunos de los nombres que componen la colección permanente.
'El arte contemporáneo ha aban-
donado la actividad más confortable de la representación, ha intentado construir su propia realidad, lo que implica en muchos casos un deseo de transformarla', explica Abad. 'En los últimos cuarenta años, muchas de las creaciones artísticas son herméticas, descaradas e hirientes, y en la actualidad muy pocas formas e ideas de las muchas creadas a lo largo del siglo pasado se han entendido o disfrutado. El museo es uno de los lugares donde se produce y alienta este encuentro entre el público y la obra, donde el visitante se interroga, recibe claves, reflexiona sobre la realidad creada por los artistas y llega hacia donde no querían llegar. Pero desgraciadamente esto no es siempre así. Los museos están fallando, banalizan el arte contemporáneo. La educación y la investigación, que son los dos temas nucleares de un museo, no existen, se han desatendido. Todo lo demás es cosmético'.
La rehabilitación del Patio Herreriano ha supuesto la recuperación de uno de los rincones más emblemáticos del casco histórico de Valladolid. 'El museo debe procurar un espacio adecuado para que el público tenga acceso al hecho artístico. El silencio, tan poco habitual en nuestros días, es muy importante, el silencio entendido también como austeridad visual y de concepto. En ese sentido, el Patio Herreriano se muestra como un escenario decisivo para crear una atmósfera apropiada'.
La colección que conserva el Patio Herreriano está expuesta de forma cronológica: 280 obras que van desde el arte nuevo -noucentismo, cubismo y surrealismo- hasta los dibujos en el espacio de González, Miró, Ferrant, Crisófol y Alberto Sánchez, el mundo mágico de Dau al Set, el Equipo 57, el informalismo y su poética del gesto, El Paso, la abstracción de la Escuela de Cuenca, los Ràfols-Casamada y Mompó, las nuevas figuraciones, la vuelta a la pintura de Campano y Navarro Baldeweg, el neoexpresionismo de Sicilia y Barceló, el collage y, finalmente, la superficie fotográfica digitalizada (Urzay). En medio de toda la diacronía artística, Abad reconoce que todavía hay vacíos, 'faltan por comprar obras anteriores a la guerra, aunque la sección que corresponde a nuestra posguerra es radical y absolutamente original; también del conceptual catalán. De los ochenta y los noventa, tenemos más lagunas que presencias'.
Abad entiende que los museos de nueva creación, 'que surgen como champiñones', tienen 'una importante responsabilidad para extender la base social que se acerca al museo con una curiosidad despertada en los medios. Queremos incidir especialmente en líneas de actuación que favorezcan una proximidad de calidad a la obra, para que se pueda profundizar a través de nuestra colección y nuestras exposiciones temporales en la génesis y las raíces de un nuevo modo de hacer arte. Me gusta la idea de un museo ilustrado, al estilo del siglo XVIII. Y para conseguirlo, la clave está en atesorar, estudiar, defender y difundir. En España hay unos museos que te mueres, el Prado, el Reina, el MNAC en Cataluña..., pero no se hace esa labor académica, o si la hacen es de forma tangencial'.
Abad afirma que el arte contemporáneo no es su objetivo principal. 'Eso lo entiendo más en una factoría tipo Arteleku; además, la conservación de las obras contemporáneas es muy compleja. Yo no soy una intelectual, mi perfil es el de gestora. Además, nuestro trabajo es de consenso. Y si alguien piensa que este museo es ecléctico, pues yo le diría que sí, a pesar de que es un término que, según cómo, puede ser negativo. Me gusta llevar la contraria'.
'La colección no tiene obras con un formato de nuevas tecnologías. A mí me gusta decir con cierta sorna que uno de los cuatro semperes que tenemos (Relieve luminoso móvil, 1959) es nuestra nueva tecnología'. Aunque Abad reconoce que no tiene 'las manos libres. Hay algunos temas que rechinan, por ejemplo, el por qué no están colgados los artistas de Valladolid. Tendré que convivir con este problema. Hoy nos creemos que los museos están para apoyar el arte y para que los artistas tengan su casa. Y a mí me parece que no, un museo está para atesorar, para guardar la mejor colección de la geografía, en este caso, la española. Quienes pagan el museo son la gente de la región, no los artistas'.
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