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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Traslado de un sacerdote

El traslado de un sacerdote a otra parroquia ha sido de nuevo noticia en los periódicos por la respuesta popular que ha tenido su remoción. Esta vez, el trasladado es el cura de Ugarte, un barrio de Llodio, que, según la prensa, es hombre querido por todos. La protesta se ha materializado en una campaña de recogida de firmas, unas 2.000, entre los vecinos de Ugarte y Llodio para protestar por el traslado y presentarlas al obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi.

Deseo mostrar mi solidaridad con este cura y con todos los feligreses que le apoyan porque es una cuestión de justicia. Es el párroco quién padecerá las consecuencias de tal medida y probablemente habrá sido desplazado por hacer las cosas bien. Una 'víctima' del autoritarismo de su jefe el obispo.

Hechos como éste evidencian que en la práctica de gobierno y gestión eclesial se produce conculcación de los derechos humanos y laborales, abocando a los sacerdotes a una situación de inestabilidad profesional.

De igual modo deseo apoyar a los portavoces de esta protesta. Quizá a partir de este momento empiece para ellos un amargo vía crucis derivado de la honesta reivindicación de ayudar o solidarizarse con el prójimo, además de no conseguir el objetivo de que el cura se quede en la parroquia, ya que los obispos tienen la funesta manía de dar cuentas sólo a 'Dios y a la Historia' y la mala costumbre de no rectificar sus decisiones, por injustas que sean.

Quizá a partir de ahora les condenen al Averno terrenal. Tal vez quieran aniquilar su espíritu o simplemente hacerles callar para que acaten sumisamente las órdenes de los próceres de la Iglesia de Vitoria. Posiblemente, tengan que pasar por tragos no deseados y amargos y sufrir más de un dolor de cabeza porque luchar es duro y quedas expuesto a la denigración, la murmuración, el cuchicheo y la calumnia. Pero es bueno seguir en la lucha y no desfallecer. Aunque los tiempos que vivimos son recios, como decía Santa Teresa, y aunque no parece que existan visos de arreglo a medio plazo, hay que continuar hacia adelante con el convencimiento y la esperanza de que un día no muy lejano las cosas cambiarán.

Es necesario que la jerarquía, en este caso la eclesiástica, sepa que no aprobamos sus acciones cuando éstas conculcan los derechos de los demás. Su poder es finito como el de cualquier mortal, aunque lo revistan de 'designio divino'. Estos 'cristianos y su entorno' deben interiorizar que siempre existirán voces rebeldes que denunciarán sus abusos, que siempre surgirá alguna voz crítica que no admita el 'secretismo, el chanchullo y el silencio' como modelo de conducta beatífica en esta Iglesia tan clerical y jerárquica. Parece que los únicos medios de expresión de la justicia vaticana son el secreto, el silencio y el abuso, en lugar de apostar por la justicia, el diálogo y la asamblea pública.

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