UNA RUTA DE ESCULTURAS
Siete jóvenes creadores proponen para el verano de Benicàssim un paseo artístico por las playas, las rocas y el cielo del litoral. Una propuesta de escultura pública y contemporánea para la ciudad
El Festival Internacional de Benicàssim (FIB), de sonoridades pop, reúne este fin de semana a decenas de miles de jóvenes ávidos de escuchar a sus grupos preferidos. Como avance de este condensado encuentro musical, sus organizadores han querido que los paseos por la población tengan también una dimensión creativa. Pero en este caso visual. Siete creadores contemporáneos han trabajado en las dos últimas semanas para trazar con sus esculturas la Ruta Artística del FIB que recorre las playas de La Almadraba, El Torreón y de Voramar en el margen litoral de Benicàssim.
La intención de los artistas ha sido relacionar su obra con el entorno lúdico y natural. El paseo marítimo, la arena, los espigones de roca e incluso el cielo mediterráneo son los enclaves en los que se han instalado estas obras escultóricas, que permanecerán expuestas hasta finales de septiembre, coincidiendo con el cierre de la temporada turística.
'Nuestra intención ha sido implicar plenamente las esculturas y su proceso de creación no sólo con los jóvenes que asistirán al festival, sino también con los habitantes de Benicàssim', declara José Luis Paulete, comisario del proyecto. Para ello, los artistas han creado su escultura en la propia población y han trabajando a pie de calle el máximo tiempo posible, lo que ha favorecido el diálogo con los curiosos transeúntes.
Jardín efímero
Se trata de un proyecto a medio camino entre el jardín de escultura y la intervención efímera artística, un concepto que se halla en la propia naturaleza del festival. La repercusión popular de esta ruta artística se ha polarizado entre la minoría, que en su euforia nocturna causó pequeños desperfectos en algunas de las obras, y una gran mayoría que ha aceptado las piezas como un elemento más que da consistencia y profundidad a su entorno cotidiano.
La escultura Zoomorphia Iluminata, de Pep Fajardo (1961), inicia uno de los recorridos posibles. Es una pieza con movimiento que asemeja un animal anfibio de características mitológicas y cuyos ojos están iluminados. Ingenua y a la vez inquietante es la propuesta de Iraida Cano (1959) titulada Tres amapolas para un jardín en el mar. Desde la propia roca crece un conjunto de tres grandes flores que crean una singular y paradójica imagen que tiene la línea del horizonte como fondo. Dirigiendo la mirada al cielo se visualiza Atarte, la pieza menos matérica y más cercana al planteamiento de instalación. Se trata de un globo hinchado con helio que asemeja a una nube. Esta obra de Cristina Calderón (1972), anclada a una boya mar adentro, es probablemente la que tiene menos probabilidades de subsistencia dado la naturaleza efímera de sus materiales. Quien ha utilizado la rotundidad de los recursos naturales es Federico Gómez (1956), que ha esculpido en un tronco de árbol una torre de características totémicas. Albert Casañé (1961) ha utilizado plancha metálica para crear un juego de reflejos gracias al cual la naturaleza queda atrapada en la propia pieza. La obra de Tono (1967) refuerza el carácter lúdico que tienen las playas. Las ciudades escondidas 3, de Pep Admetlla (1962), propone una reflexión sobre la idea de viaje, de territorio, de espacio real y de parcelas mentales. Las maquetas de las piezas serán exhibidas en una de las carpas del FIB dedicada especialmente a ello, junto con el proceso del proyecto y su realización. Una de las obras será adquirida por el Ayuntamiento de Benicàssim con la intención de crear un recorrido artístico permanente. La intención de los organizadores es crear una actividad que sirva de referente dentro del mundo del arte contemporáneo de la misma manera que ya lo han conseguido con la música en el ámbito del pop independiente.
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