Talento en la basura
Entre una de 007 y una de Misión imposible, este infumable y confuso bodrio dirigido por Joel Schumacher se queda en ni esto ni aquello, se queda en nada.
Es 9 días uno más, y de los peorcitos, juegos de emparejamientos policiacos entre un detective guapo blanco y un detective guapo negro, a que es tan aficionado Hollywood. El generito, o lo que sea este invento, tuvo el precedente egregio del dúo entre Rod Steiger y Sidney Poitier en el filme En el calor de la noche. Luego, la cosa fue también mejor que buena en el vibrante dúo de Nick Nolte y Eddie Murphy en Límite, 48 horas, que tuvo una penosa prolongación; como por desgracia también la tienen Los hombres de negro Tommy Lee Jones y Will Smith; o como, por suerte, no la tuvieron Morgan Freeman y Brad Pitt, que se salvaron por los pelos de la amenaza de un Seven 2; aunque a los que ya no hay quien salve del descrédito son Mel Gibson y Danny Glover, que no pararon durante años de hacer siniestras Armas letales. Y más.
9 DIAS
Dirección: Joel Schumacher. Guión: Jason Richman y Michael Browning. Fotografía: Dariusz Wolski. Intérpretes: Anthony Hopkins, Chris Rock, Gabriel Macht, Peter Stormare. Estados Unidos, 2002. Género: thriller. Duración: 115 minutos.
Y, ahora, otro derroche de sabiduría profesional pasa a ser parte del almacén de la chatarra del negocio audiovisual. Porque esta vez el chico negro de la pareja cae bien, tiene gracia, aunque abusa de la mueca y copia a Eddie Murphy. Y no digamos su egregio colega blanco, el ilustre lord galés Anthony Hopkins, del que no hay manera de entender qué se le ha perdido en tamaño despropósito, un thriller vulgar, pésimo, que transmite a chorros incredulidad y que cuando quiere jugar a parecerse a Con la muerte en los talones multiplica su disparate hasta límites de impotencia casi graciosa.
Quiere 9 horas ser violenta y apuntarse a la réplica cínica, pero no alcanza violencia ni humor ni cinismo alguno, ni se beneficia de la fuerza liberadora de estos rasgos del viejo cine de detectives, que aquí se queda en anticine de fantoches con placa. Y esta lamentable película, para colmo embadurnada de moralina, no ahorra al cine estadounidense la humillación y la indignidad que supone para él meter al talento en los basureros.
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