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Crítica:JAZZ | GREC 2002 | GREC 2002
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Diva en apuros

La lluvia precipitó el final del concierto jazzístico consagrado a George Gershwin que Barbara Hendricks protagonizó en el anfiteatro del Grec. El mal tiempo no fue, sin embargo, su peor enemigo. La desafortunada actuación de la orquesta de cuerda dirigida por Paul Beteman y los pésimos arreglos del pianista Geoffrey Keezer resultaron más fatídicos que los truenos, rayos y lluvia final a la que, minutos antes de la medianoche, Hendricks plantó cara cantando a capella un emocionante espiritual negro que cerró la velada.

La cotizada soprano de origen estadounidense, con nacionalidad sueca y residente en Suiza puso buena cara al mal tiempo y aguantó hasta al final, arropada por el calor de un público que llenó el Teatre Grec hasta la bandera. Abrió la velada con una desangelada versión de 'S Wonderful en la quedó bien claro que su peor enemigo estaba en el escenario: una orquesta integrada por 16 instrumentistas de cuerda que parecían haberse equivocado de fiesta. Ciertamente, los arreglos de Keezer no tenían remedio: inconsistentes, empalagosos, fríos y sin alma. Su calidad musical es ínfima -no se puede estropear más un clásico como The Man I Love ni desaprovechar la gracia y el encanto de temas tan irresistibles como Oh, Lady Be Good! o I Got Rhythm-, pero los ha elegido la propia Hendricks y ella sabrá por qué.

Barbara Hendricks

Barbara Hendricks, soprano. Geoffrey Keezer, piano. Pierre Boussanguet, contrabajo. Jeff Boudreaux, batería. Guild Hall Strings dirigidos por Pal Beteman. Teatre Grec, Barcelona, 30 de julio.

La soprano no pasará a la historia por su calor jazzístico -la sombra de Sarah Vaughan, Ella Fitzgerald y otras grandes damas del jazz que crearon escuela cantando a Gershwin es alargada-, pero, curiosamente, cuando la orquesta no tocaba y estaba acompañada sólo por el trío de Keezer, como sucedió en el delicioso Fascinating Rhythm, las canciones cobraban otra vida, otro impulso rítmico, otra expresividad. Daba la sensación de que, además de innecesaria, la presencia de la dichosa orquesta sólo sirvió para encarecer el concierto sin añadirle un gramo de interés musical.

Ante las primeras gotas de lluvia, los miembros de la Guild Hall Strings salieron de estampida para proteger sus instrumentos y su director, un inmutable Paul Beteman, optó por quedarse en el escena sentado en una silla. Hendricks y el trío aguantaron al pie del cañón y dieron lo mejor en una abreviada suite de la ópera Porgy and Bess que encendió los más intensos aplausos, especialmente con las sinceras versiones de Summertine y I love lou, Porgy, y la briosa It ain't necessarily so, con un eficaz acompañamiento pianístico de Keezer.

Los músicos de la orquesta volvieron tímidamente a escena para sumarse a la suite y tuvieron que soportar algunos gritos de desaprobación. Las nubes esperaron a que Hendricks terminara su última canción para lanzar su carga final y el público, que aguantó estoicamente toda la velada en sus asientos, salió de estampida. Mojado y, dentro de lo que cabe, satisfecho tras el accidentado concierto de una voz operística que no dejará huella en el mundo del jazz.

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