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Entrevista:GERARD SERRA | Alcalde de Alcarràs (Segrià)

'Con este problema humano en la calle, no me siento orgulloso de ser catalán ni español'

El Ayuntamiento de la localidad leridana de Alcarràs (Segrià) -uno de los epicentros más activos de la campaña de recolección de la fruta- se ha visto desbordado por la presencia masiva de temporeros sin trabajo. Su alcalde, el convergente Gerard Serra, de 33 años y programador informático de profesión, ha tenido que pedir ayuda al Ejército para equipar el campamento provisional instalado en las afueras del casco urbano y poder albergar a dos centenares de inmigrantes subsaharianos que vagaban todo el día por calles y plazas y dormían a la intemperie. 'Con este problema humano en la calle, yo no puedo sentirme orgulloso de ser catalán ni español', afirma Serra.

Pregunta. ¿La iniciativa de agrupar a los inmigrantes en un campamento provisional ha sido una buena idea?

'Se me caería la cara de vergüenza si enviara a estas personas a otras provincias de España'
'Los pueblos pequeños estamos desbordados por un problema que no hemos generado'

Respuesta. No sé si ha sido buena o mala. Lo que sí puedo asegurar es que la situación era insostenible y no podíamos permanecer con los brazos cruzados. Otros alcaldes de la zona tienen el mismo problema y no han hecho nada. Hemos podido equivocarnos, pero lo que está claro es que teníamos que hacer algo. Si no lo hemos hecho mejor es porque no tenemos competencias en inmigración ni medios económicos suficientes para resolver el problema.

P. ¿No existe el peligro de que el asentamiento se convierta en un gueto?

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R. Claro que existe. A mí tampoco me gustan los guetos, pero es evidente que ahora las condiciones de vida de esta gente han mejorado. Antes dormían al raso en las plazas, en el mercado y junto al campo de fútbol. Ahora por lo menos tienen una cama y un techo, y el amparo de los servicios sociales del Ayuntamiento.

P. Sin embargo, las condiciones sanitarias y de habitabilidad dejan mucho que desear.

R. Admito que las condiciones del recinto son mínimas, pero son menos malas que las que tenían antes. Quiero recordar que este campamento es provisional y será desmontado a finales de agosto. Ellos lo saben y lo han aceptado. No es una solución maravillosa. Podría decirse que hemos apagado un fuego o que hemos puesto un parche. Como alcalde, hubiera sido más popular reclamar la intervención de la policía para desalojarlos o pagarles los billetes y enviarlos a otra zona de España. ¿O no es así como actúan en otras provincias? Yo no haré jamás una cosa así porque se me caería la cara de vergüenza.

P. ¿Esta situación no se podría haber evitado?

R. Creo que sí. En los siete años que llevo de alcalde vengo advirtiendo de que la llegada masiva de inmigrantes sin expectativas de encontrar trabajo podría derivar en un problema, pero nadie me hizo caso. Los ayuntamientos pequeños como el nuestro estamos desbordados y sin medios materiales para resolver una situación que no hemos creado. No obstante, este año el problema se ha acentuado por la mala política que está llevando el Gobierno central en materia de inmigración. De forma inexplicable tiene paralizados centenares de expedientes de regularización y está apostando equivocadamente por la contratación de temporeros en origen. Por ese motivo hemos tenido este año una avalancha extraordinaria de inmigrantes.

P. ¿Por qué no se buscaron soluciones?

R. No lo sé, pero no resulta difícil imaginárselo. Con esta política se está generando un rechazo social peligroso contra esta gente, que es lo que parece perseguir el Gobierno del PP para poder endurecer la legislación sobre extranjería y actuar contra la inmigración. Ésta es la pura verdad.

P. ¿Tiene alguna solución que pueda ser de utilidad para otros lugares de España?

R. La inmigración es un problema general y los alcaldes no tenemos soluciones prodigiosas. La responsabilidad en enteramente del Gobierno español, el que tiene competencias en la materia. Y si no quiere ejercerlas, que las traspase a las comunidades autónomas y dote de más recursos económicos a los ayuntamientos que somos receptores de contingentes de temporeros para poderlos atender dignamente. Seguro que le daríamos una lección de cómo se hacen las cosas. A lo mejor llegará el momento en que los municipios que asumimos el problema tendremos que hacer un frente común para decir basta a la política del Gobierno. El principal problema es la falta de trabajo y eso no lo puede resolver un Ayuntamiento pequeño como el de Alcarràs.

P. ¿El Gobierno central no está haciendo todo lo que está en sus manos?

R. Los resultados son evidentes. Lo primero que tendría que hacer es solucionar el grave problema que tiene con la bolsa de inmigración, que actualmente está formada por cerca de 40.000 ciudadanos extranjeros en situación irregular. Son personas que no cuentan para la Administración, pero están aquí, y a pesar de no tener medios para subsistir, no se marcharán. Lo más probable es que muchos de ellos caigan en la delincuencia o en manos de las mafias. Quiero insistir en que la política que se está haciendo favorece la marginación de estos colectivos y el rechazo social. Tanto si nos gustan como si no, los inmigrantes no dejan de ser personas por el hecho de ser pobres y desarraigados. Son, como cualquiera de nosotros, ciudadanos del mundo, y no podemos permanecer insensibles por más tiempo. Con este problema en mi pueblo, yo no puedo sentirme orgulloso de ser catalán ni español.

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